(ZENIT Noticias / India, 18.05.2025).- En una pequeña iglesia rural enclavada en las colinas de Kerala, al sur de la India, una imagen que antes era venerada discretamente por los fieles ha sido proclamada una señal para el mundo. Más de una década después de un fenómeno extraordinario durante una misa matutina, el Vaticano ha reconocido oficialmente un milagro eucarístico ocurrido en la Iglesia de Cristo Rey en Vilakkannur el 15 de noviembre de 2013.
Era un viernes cualquiera, hasta que ocurrió algo profundamente inesperado. Mientras el Padre Thomas Pathickal elevaba la Hostia consagrada en el altar, una imagen misteriosa comenzó a emerger. Lo que comenzó como una mancha se volvió radiante, formando lentamente lo que parecía inconfundiblemente un rostro humano. El sacerdote hizo una pausa. Los fieles se arrodillaron.
Ahora, once años y medio después, el arzobispo Joseph Pamplany de Tellicherry se presentó en esa misma iglesia para anunciar lo que muchos en la región han creído durante mucho tiempo: la Santa Sede ha reconocido oficialmente el evento como un auténtico milagro eucarístico. La declaración fue transmitida por el arzobispo Leopoldo Girelli, Nuncio Apostólico en la India, y será proclamada solemnemente durante una misa especial el 31 de mayo, presidida por el propio nuncio.
El reconocimiento del Vaticano añade el suceso de Vilakkannur a una lista excepcional y sagrada de sucesos en la historia de la Iglesia que desafían toda explicación natural, pero que profundizan la convicción espiritual. En la mayoría de los milagros eucarísticos documentados, se ha reportado sangrado en la hostia, y las pruebas científicas han revelado con frecuencia la presencia de tejido cardíaco humano y el grupo sanguíneo AB, en consonancia con los resultados del Santo Sudario de Turín. El caso de Vilakkannur es diferente: no hay sangre ni tejido; solo un rostro, radiante e inconfundiblemente humano, que aparece en el propio pan.
Ese rostro, identificado por testigos como el rostro de Cristo, ha atraído a miles de personas a lo largo de los años. En los días posteriores a la misa de 2013, la pequeña aldea se vio inundada de peregrinos. Las carreteras estaban congestionadas y se recurrió a la policía para controlar a la multitud. El fenómeno desató una ferviente devoción, mientras que las autoridades eclesiásticas custodiaron discretamente la hostia e iniciaron una rigurosa investigación, tanto teológica como científica, de acuerdo con los protocolos del Vaticano para el discernimiento de afirmaciones sobrenaturales.
Entre 2018 y 2020, la hostia fue devuelta a la Iglesia de Cristo Rey para su veneración pública. Posteriormente, fue confiada al entonces Nuncio Apostólico, el Arzobispo Giambattista Diquattro. La decisión de reconocer el evento como milagroso se produjo solo después de años de análisis, oración y paciente discernimiento.
Pero el milagro, enfatizó el Arzobispo Pamplany, no es un requisito para la fe. «La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía es un dogma, no una deducción basada en signos», dijo durante el anuncio. «El milagro puede ayudar a despertar o reavivar la fe, pero la verdad de la Eucaristía se basa en las mismas palabras de Cristo».
De hecho, el Catecismo de la Iglesia Católica reafirma que en la Eucaristía, Cristo está presente «verdadera, real y sustancialmente»: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Cada Misa es, en esencia, un milagro, incluso cuando nuestros sentidos permanecen impasibles.
Sin embargo, la historia demuestra que a veces Dios decide conmover los sentidos. El milagro de Vilakkannur se une a una larga tradición que incluye Lanciano en el siglo VIII, Bolsena en 1263 y casos más recientes como Buenos Aires (década de 1990), Tixtla, México (2006), y las ciudades polacas de Sokółka y Legnica (2008 y 2013). En cada caso, el milagro no alteró la teología, sino que la iluminó.
Lo que distingue a Vilakkannur es la sorprendente delicadeza del signo. Sin hemorragia, sin dramatismo científico, solo una silenciosa revelación que resonó con las palabras de los discípulos de Emaús: «¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros?» En el rostro visto en la hostia, muchos vieron la mirada de Cristo devolviéndoles la mirada.
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