(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 10.06.2025).- Roma está presenciando un fenómeno espiritual excepcional y extraordinario. Desde la inauguración del Año Jubilar en la Nochebuena de 2024, más de diez millones de peregrinos han llegado a la ciudad, convirtiendo sus antiguas calles en un corredor global de fe. Lo que comenzó bajo la bendición del difunto Papa Francisco se ha convertido en una extraordinaria oleada de esperanza colectiva, y las autoridades vaticanas proyectan que más de 30 millones de peregrinos pasarán por las Puertas Santas de Roma antes de la clausura del Jubileo el 6 de enero de 2026.

Pero las cifras solo cuentan una parte de la historia. No se trata de turismo disfrazado de vestiduras litúrgicas. Se trata de algo más íntimo y urgente. Los peregrinos que recorren los empedrados senderos de Roma no solo visitan lugares de interés espiritual, sino que cargan con el peso de un mundo en apuros. Las guerras persisten, la ansiedad ecológica se profundiza y el cinismo político corroe muchas sociedades. Ante este malestar, la Iglesia ha reintroducido un bálsamo ancestral: el Jubileo.

Enraizado en el concepto del Antiguo Testamento de tiempo sagrado y renovación, el Jubileo es la invitación de la Iglesia Católica, extendida cada 25 años, a redescubrir un camino de misericordia, perdón y liberación espiritual. Es un momento en el que las deudas, ya sean económicas o espirituales, se reevalúan y se pueden enmendar viejos errores. El Papa Francisco enmarcó esta iteración con el tema «Peregrinos de la Esperanza», llamando a los creyentes a vivir un optimismo desafiante, basado no en las circunstancias, sino en la fe.

Roma, como epicentro de la celebración, ha asumido un renovado rol simbólico. Los peregrinos entran por las Puertas Santas de las cuatro basílicas principales de la ciudad —San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor— no solo para cruzar un umbral de piedra, sino para vivir un viaje interior más profundo. El acto de peregrinar, a menudo subestimado en el imaginario secular, se ha convertido en un gesto profético en una cultura marcada por la desconexión.

Los próximos meses prometen un dinamismo espiritual aún mayor. A finales de junio, Roma acogerá el Jubileo de los Sacerdotes, que reunirá a clérigos de todo el mundo durante tres días de reflexión y fraternidad. Pero es el Jubileo de la Juventud, programado del 28 de julio al 3 de agosto, el que podría ser el momento más vibrante de todos. Investigadores de la Universidad Católica del Sagrado Corazón estiman que más de un millón de jóvenes podrían asistir a esa semana de celebración y discernimiento, una señal contundente de que el futuro de la Iglesia no se está reduciendo, sino que se está expandiendo.

Esta peregrinación en desarrollo está transformando mucho más que el calendario eclesial. También es una respuesta discreta a la fragmentación del mundo moderno.

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