(ZENIT Noticias / Roma, 14.06.2025).- Cuando el Papa León XIV entre en la Basílica de San Pedro el 29 de junio, solemne festividad de los santos Pedro y Pablo, no solo celebrará la Eucaristía, sino que también revivirá un gesto asociado desde hace tiempo con la autoridad papal directa: la imposición personal del palio a los nuevos arzobispos metropolitanos.
Esta decisión marca el regreso a una costumbre, discretamente abandonada durante el papa Francisco, quien optó por enviar los palios a las diócesis de origen de los arzobispos para que los confirieran los nuncios locales. Ahora, bajo el nuevo papa, el ritual recupera su lugar en el altar central del Vaticano, restaurando un momento litúrgico que une la antigua tradición con la presencia papal.
El palio, una estrecha banda de lana blanca marcada por seis cruces negras y sujeta con clavos de seda, es más que una simple prenda. Traza una compleja historia de simbolismo, derecho y autoridad eclesiástica. Usado por los arzobispos metropolitanos durante las celebraciones solemnes, expresa tanto su liderazgo pastoral dentro de su provincia eclesiástica como su comunión con el Obispo de Roma.
Su forma —que se coloca sobre los hombros con dos colgantes que caen por delante y por detrás— evoca la figura del Buen Pastor cargando a la oveja perdida. Pero sus raíces jurídicas son igualmente profundas. Desde al menos el siglo VI, el palio ha significado el reconocimiento papal, y para la Edad Media, ningún arzobispo podía ejercer plenamente su cargo sin recibirlo. La carta del papa Gregorio Magno del año 601 a Agustín de Canterbury vinculaba explícitamente el palio con la autoridad para gobernar en nombre del Papa.
La lana con la que se confecciona el palio proviene de corderos bendecidos cada año en la festividad de Santa Inés, cuyo martirio y simbolismo de pureza conectan este pequeño ritual con la imagen sacrificial más profunda de Cristo. La tela del palio, así como el acto de bendición e imposición, vinculan a quien lo porta con una tradición y una misión: pastorear con humildad y fortaleza.
Al decidir imponer él mismo los palios, el Papa León XIV no solo retoma una práctica; recalibra el equilibrio de la centralidad litúrgica. Es una decisión que refuerza la visibilidad del papel pastoral del Papa, no solo como pastor universal, sino también como eje central de la unidad episcopal.
Sin embargo, esto no implica un rechazo a la visión del Papa Francisco. Los observadores señalan que la decisión de León XIV puede reflejar una forma matizada de continuidad en lugar de una ruptura. Donde Francisco enfatizó la descentralización y la Iglesia local, León XIV parece subrayar la comunión a través de la presencia: la suya propia.
Este cambio también se alinea con patrones más amplios del nuevo pontificado. Si bien aún se encuentra al comienzo de su mandato, León XIV ha mostrado interés en revitalizar elementos de la ceremonia papal con resonancia histórica y espiritual. En este caso, el acto de colocar el palio sobre los hombros de cada nuevo arzobispo puede interpretarse como paternal y pastoral, vinculando el gesto a la esencia misma de la identidad episcopal.
Este ritual renovado, que tiene lugar a la sombra de la tumba de Pedro y bajo la cúpula de Miguel Ángel, también tiene una inconfundible dimensión visual. Mientras los arzobispos se arrodillan uno a uno ante el Papa, la Iglesia ofrece una visión excepcional de la continuidad viva de la sucesión apostólica, anclada no solo en la doctrina, sino también en gestos tangibles de bendición, responsabilidad y comunión.
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The post León XIV impondrá personalmente los palios, retomando el ritual histórico: Un cambio sutil pero simbólico en el estilo papal appeared first on ZENIT – Espanol.
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