(ZENIT Noticias / Miami, 18.06.2025).- En un descubrimiento que está transformando las narrativas eclesiásticas y culturales, genealogistas han revelado que el Papa León XIV, cuyo verdadero nombre era Robert Francis Prevost, posee uno de los árboles genealógicos más complejos y globalmente interconectados jamás documentados para un líder mundial. Menos de 24 horas después de su elección al papado, investigadores en colaboración con The New York Times descubrieron su ascendencia afroamericana, que se remonta a sus abuelos maternos en el histórico Barrio Séptimo de Nueva Orleans.
Pero la historia no termina ahí. Con el apoyo de American Ancestors y el Club de Genealogía Cubana de Miami, investigadores mapearon a más de 100 de los antepasados del Papa a lo largo de 15 generaciones, abarcando cuatro continentes y ofreciendo un vívido retrato de las Américas: una maraña de legados coloniales, migración, resiliencia y fe. Los antecedentes del Papa León no solo son diversos, sino que también son emblemáticos de las complejas y a menudo paradójicas historias de raza, clase y pertenencia en el hemisferio occidental.
Su línea materna se remonta a la España del siglo XVI, donde cuatro de sus antepasados figuraban como hidalgos en un censo de 1573 en la ciudad norteña de Isla. Entre ellos se encontraban Diego de Arana Valladar, oficial naval español que luchó contra corsarios holandeses, y su hijo Diego de Arana Isla, quien sirvió en Panamá como capitán de artillería. Sorprendentemente, el extenso árbol genealógico del Papa también lo vincula, a través de una línea colateral, con Antonio José de Sucre, el general revolucionario y estadista que ayudó a asegurar la independencia de Sudamérica junto a Simón Bolívar y fue el primer presidente constitucional de Bolivia.
Desde España, la familia viajó a Cuba, donde varias generaciones nacieron en La Habana antes de extenderse a Luisiana. Allí, se desarrolló una historia muy diferente. Los antepasados maternos del papa incluyen tanto a personas esclavizadas como a personas libres de color que se convirtieron en terratenientes y, en un giro moralmente complejo, a su vez en dueños de esclavos. Una de sus antepasadas, Marie Jeanne, fue liberada en 1772 y, al momento de su muerte, poseía más de 400 hectáreas de tierra y más de 20 personas esclavizadas. Otra, María Luisa, nació esclavizada y posteriormente se convirtió en propietaria de una propiedad en Opelousas, Luisiana.
Este doble legado —de esclavitud y propiedad, de opresión y autonomía— es quizás el aspecto más inquietante y revelador de la genealogía del papa León. Diecisiete de sus antepasados aparecen en los registros históricos como «personas libres de color» o «mulatos», categorías que definían una clase criolla distintiva en la Luisiana colonial. En algunos casos, familias negras compraron a parientes esclavizados para protegerlos de la venta forzosa, una práctica que da testimonio del brutal cálculo de la supervivencia bajo la esclavitud.
Por parte de su padre, la historia del Papa León transcurre en Sicilia, donde vivieron cinco generaciones de sus antepasados paternos antes de que su abuelo, Salvatore Riggitano Alito, emigrara a Estados Unidos en 1905. Salvatore se preparaba inicialmente para el sacerdocio, pero finalmente abandonó el seminario y entabló una relación con Suzanne Fontaine, una inmigrante francesa. Sus hijos, nacidos fuera del matrimonio, adoptaron el apellido Prevost, heredado de la madre de Salvatore, otorgándole así al Papa un apellido francés a pesar de su profunda ascendencia italiana.
A este tapiz transcontinental se suma la conexión del Papa León XIV con los primeros colonos franceses de Canadá. A través de su linaje francocanadiense, comparte ascendencia lejana (primos lejanos) con un curioso elenco de figuras públicas: Pierre y Justin Trudeau, Angelina Jolie, Jack Kerouac, Hillary Clinton, Justin Bieber y Madonna, todos con raíces en Quebec en el siglo XVII.
Si el Papa León XIV es un líder espiritual de una Iglesia global, su linaje ya lo había globalizado mucho antes de su elección. Su legado conecta el Norte con el Sur, Europa con las Américas, el colonizador con el colonizado, los esclavizados con los libres. Narra la historia no solo de un hombre, sino de siglos de migración, trauma, aspiración y resiliencia.
Esta genealogía, meticulosamente recopilada por Jari C. Honora y narrada por Henry Louis Gates Jr. en The New York Times Magazine, redefine nuestra comprensión de quién es el Papa y qué simboliza. Arroja luz sobre la persistente complejidad de la identidad racial y cultural en las Américas, particularmente en lugares como Luisiana, donde las jerarquías sociales alguna vez giraron en torno a sutilezas como el color de piel, la riqueza y la proximidad europea.
Lejos de ser una curiosidad, la historia del linaje del Papa León es un reflejo del mundo que ahora pastorea. En sus contradicciones y belleza, en su dolor y orgullo, su ascendencia habla de la creciente universalidad de la Iglesia y de las historias vividas de su pueblo.
En el Papa León XIV, el Vaticano ahora tiene un pontífice que no solo comprende el significado teológico de la encarnación, sino que su propia familia encarna la complejidad espiritual e histórica de un continente. Es, en el sentido más auténtico, un papa panamericano, y quizás el líder genealógicamente más representativo que la Iglesia haya conocido.
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