“Aquí no hay futuro para ustedes”: el acoso de colonos judíos contra cristianos en Tierra Santa (y la respuesta de líderes cristianos)

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(ZENIT Noticias / Taybeh, Pasletina ocupada, 15.07.2025).- Taybeh, una tranquila aldea enclavada en las colinas de Cisjordania, ya no es una simple nota al pie en la compleja historia del conflicto israelí-palestino. Esta aldea, hogar de la última comunidad enteramente cristiana de la región, se ha convertido en el epicentro de una crisis cada vez más profunda, un lugar donde la historia, la fe y la geopolítica se entrecruzan bajo la sombra de la violencia.

En las últimas semanas, Taybeh ha sufrido una serie de ataques coordinados por parte de colonos israelíes extremistas. Campos fueron incendiados, el ganado fue conducido a tierras de cultivo en actos de intimidación, y la histórica Iglesia de San Jorge, que data del siglo V, fue casi consumida por el fuego. Se profanaron tumbas en el cementerio cristiano local. El mensaje que dejaron algunos de los asaltantes fue contundente: «Aquí no hay futuro para ustedes».

Pero Taybeh se niega a irse en silencio.

El 14 de julio, en una muestra sin precedentes de solidaridad ecuménica, patriarcas y obispos de todo el mundo cristiano —latinos, ortodoxos, armenios, melquitas, luteranos, anglicanos y franciscanos— caminaron juntos por las calles de Taybeh. Acudieron no solo a orar, sino a dejar claro que los cristianos de esta tierra, arraigados aquí desde los tiempos apostólicos, no están solos.

El cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, se unió al patriarca greco-ortodoxo Teófilo III y a otros líderes eclesiásticos en una procesión de oración hasta la antigua iglesia. Se leyó en voz alta un mensaje de solidaridad del rey Abdullah II de Jordania, advirtiendo que estos crecientes ataques forman parte de una campaña sistemática contra los cristianos en su patria histórica.

Más de 20 diplomáticos estuvieron presentes, acompañando a los 1300 residentes de Taybeh. La decisión de permanecer allí, a pesar del miedo y el aislamiento, fue descrita por el obispo Teófilo no como una simple muestra de resiliencia, sino como «el mayor acto de valentía». Taybeh no es un caso aislado. Apenas unos días antes de la visita del 14 de julio, dos jóvenes palestinos, uno de ellos con ciudadanía estadounidense, fueron asesinados en Al-Mazraa al-Sharkiya, a menos de cuatro kilómetros de distancia. Otros tres fueron asesinados en junio en la cercana Kufr Malik. La violencia forma parte de un patrón. Solo en los últimos dos años, más de 100 familias cristianas han abandonado Belén, Beit Jala y Beit Sahour, incapaces de soportar la presión asfixiante.

El padre Bashar Fawadleh, pastor latino de Taybeh, se dirigió a la congregación con la furia silenciosa de un hombre cuya gente está desapareciendo lentamente. «No somos extranjeros aquí», dijo. «Somos quienes convirtieron los olivos en oraciones y la tierra en altar». Pero advirtió que si los ataques continúan y desaparecen los medios de vida, «Taybeh podría convertirse no en una comunidad viva, sino en un monumento silencioso de lo que una vez fue».

El clero local califica esto no solo de persecución, sino de borrado sistemático. Los residentes hablan de incursiones nocturnas y asedios diurnos. Sus campos ahora son pasto para el ganado de los colonos, su acceso a la tierra cada vez más restringido y sus peticiones de ayuda a menudo ignoradas. Los líderes de la iglesia afirman que el gobierno israelí y sus fuerzas de seguridad son responsables, no solo de no detener los ataques, sino de permitirlos.

Lo que piden los cristianos de Taybeh no son privilegios, sino protección. Las autoridades de la iglesia han hecho llamamientos urgentes para la supervisión internacional, la rendición de cuentas ante la justicia y la inclusión de Taybeh en programas globales que salvaguardan los sitios de patrimonio religioso. Las demandas específicas incluyen el enjuiciamiento de los perpetradores, el desmantelamiento de los asentamientos ilegales, la restauración del acceso a la tierra y un apoyo humanitario constante.

El obispo Nicholas Hudson de Inglaterra y Gales, quien visitó Taybeh a principios de este año, describió la situación como una prueba de fuego moral. «Todos los cristianos que conocimos pidieron una cosa: vivir y trabajar en paz, en su propia tierra», dijo. «Si la Tierra Santa ha de seguir siendo santa, no puede perder a las personas que la han custodiado durante dos milenios». En una región abrumada por el conflicto, la historia de Taybeh puede parecer una entre muchas. Pero lo que la distingue es precisamente su singularidad: una aldea cristiana que se aferra a la fe, la memoria y la tierra en medio de crecientes amenazas. Lo que sucede aquí es un indicador de la presencia cristiana más amplia en Tierra Santa.

Lo que está en juego es claro. Si comunidades como Taybeh desaparecen, la voz cristiana en su tierra de origen corre el riesgo de desvanecerse no por decreto, sino por desgaste. Y Tierra Santa, en lugar de un mosaico de religiones, podría convertirse en un monólogo.

Por ahora, las velas siguen encendidas en la iglesia de San Jorge. Pero cada ataque es una ráfaga de viento. Y lo que Taybeh pide al mundo —gobiernos, iglesias, ciudadanos— es simple: acallar la llama.

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