(ZENIT Noticias / Roma, 16.07.2025).- Han pasado dos meses desde que el cardenal Robert Prevost fue elegido obispo de Roma, adoptando el nombre de León XIV y haciendo historia como el primer papa nacido en Estados Unidos. Sin embargo, en una «decisión» inesperada que ha despertado curiosidad y confusión, su imagen permanece visiblemente ausente de las tiendas de recuerdos del Vaticano.

Pasee por el laberinto de tiendas que rodean la Plaza de San Pedro y aún encontrará al Papa Francisco sonriendo en tazas y llaveros, e incluso a San Juan Pablo II o Benedicto XVI inmortalizados en todo tipo de objetos, desde postales hasta imanes de nevera. ¿Pero León XIV? No aparece por ningún lado.

Según comerciantes y medios de comunicación como la agencia EFE de España y la COPE, la radio de los obispos españoles, la razón es simple: la Santa Sede no ha otorgado ninguna autorización oficial para el uso comercial de la imagen del nuevo Papa. Y sin esa autorización, los minoristas tienen prohibido producir o vender cualquier mercancía con su imagen.

Esta decisión, ya sea temporal o intencionada, marca una ruptura con el protocolo seguido en las últimas décadas. Tradicionalmente, el permiso se concede en cuestión de días o una semana tras la elección de un nuevo pontífice, lo que permite a los comerciantes satisfacer la demanda de peregrinos y turistas deseosos de llevarse a casa un recuerdo tangible de su encuentro con la historia. Esta vez, la espera se ha convertido en silencio, y el silencio en una declaración.

No hay una prohibición explícita, por supuesto. El Vaticano siempre ha mantenido una delicada línea entre respetar la sacralidad del oficio papal y tolerar una industria artesanal que, para muchas familias romanas, representa un medio de vida legítimo. Pero el Papa León XIV parece estar trazando un rumbo diferente, uno que resuena con su perfil discreto y austero hasta el momento.

«Es la primera vez que esto ocurre», dijo un veterano vendedor cerca del Borgo Pio, visiblemente desconcertado. «Incluso con Benedicto y Francisco, tuvimos algo que vender casi de inmediato. Los turistas preguntan a diario».

Esa ausencia es más que comercial. Para muchos peregrinos, los souvenirs son más que novedades: son signos de pertenencia, de recuerdo, incluso de conexión espiritual. Esta omisión, por lo tanto, ha dejado más que solo estantes vacíos; ha suscitado preguntas silenciosas sobre la evolución de la relación del papado con la imagen y la presencia pública.

¿Se trata de un mensaje deliberado de un papa que desea centrar la atención en el cargo en lugar de en la persona? ¿Un reflejo de sus raíces estadounidenses y su incomodidad con la cultura de las celebridades? ¿O simplemente un retraso burocrático? Por ahora, nadie lo sabe, y el Vaticano no ha hecho comentarios.

Mientras tanto, el rostro del Sucesor de Pedro permanece oculto en la misma ciudad donde su nombre resuena a diario en las logias de las iglesias y en los labios de los fieles. Un gesto silencioso, quizás, pero que dice mucho.

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