(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 27.07.2025).- Tras dos semanas en la Villa Pontificia de Castelgandolfo, el Papa León XIV volvió a asomarse por la ventana del apartamento pontificio que da a la Plaza de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, para rezar con miles de católicos congregados en la Plaza la oración mariana del Ángelus. Ofrecemos a continuación la traducción al español de la alocución que precedió a la oración:
***
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Hoy el Evangelio nos presenta a Jesús que enseña a sus discípulos el Padrenuestro (cf. Lc 11,1-13), la oración que une a todos los cristianos. En ella, el Señor nos invita a dirigirnos a Dios llamándolo “abbá”, “papá”, como niños, con «simplicidad […], conciencia filial […], audacia humilde, certeza de ser amados» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2778).
Con una expresión muy hermosa, el Catecismo de la Iglesia Católica dice al respecto que «por la Oración del Señor, hemos sido revelados a nosotros mismos al mismo tiempo que nos ha sido revelado el Padre» (ibíd., 2783). Y es verdad, cuanto más rezamos con confianza al Padre de los cielos, más nos descubrimos hijos amados y más conocemos la grandeza de su amor (cf. Rm 8,14-17).
El Evangelio de este día, pues, describe los rasgos de la paternidad de Dios por medio de algunas imágenes sugestivas: la de un hombre que se levanta, en el corazón de la noche, para ayudar a un amigo que debe acoger a un visitante inesperado; y también la de un padre que se preocupa por darles cosas buenas a sus hijos.
Estas figuras nos recuerdan que Dios nunca nos vuelve la espalda cuando acudimos a Él, ni siquiera cuando llegamos tarde a llamar a su puerta, quizá después de haber cometido errores, omisiones, fracasos; ni siquiera cuando, para acogernos, debe “despertar” a sus hijos que duermen en la casa (cf. Lc 11,7). Es más, en la gran familia de la Iglesia, el Padre no duda en hacernos a todos partícipes de cada uno de sus gestos de amor. El Señor nos escucha siempre cuando rezamos, y si a veces nos responde con tiempos y modos difíciles de comprender, es porque obra con una sabiduría y una providencia mayores, que van más allá de nuestra comprensión. Por eso, aun en esos momentos, no dejemos de rezar con confianza, en Él encontraremos siempre luz y fortaleza.
Recitando el Padrenuestro, además de celebrar la gracia de la filiación divina, expresamos también el compromiso de corresponder a ese don, amándonos como hermanos en Cristo. Uno de los Padres de la Iglesia, reflexionando sobre esto, escribe: «Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios “Padre nuestro”, de que debemos comportarnos como hijos de Dios» (S. Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 11), y otro agrega: «No podéis llamar Padre vuestro al Dios de toda bondad si mantenéis un corazón cruel e inhumano; porque en este caso ya no tenéis en vosotros la señal de la bondad del Padre celestial» (S. Juan Crisóstomo, De angusta porta et in Orationem dominicam, 3). No se puede rezar a Dios como “Padre” y después ser duros e insensibles con los demás, sino que es importante dejarse transformar por su bondad, por su paciencia, por su misericordia, para reflejar como en un espejo su rostro en el nuestro.
Queridos hermanos y hermanas, la liturgia de hoy nos invita, en la oración y en la caridad, a sentirnos amados y a amar como Dios nos ama: con disponibilidad, discreción, cuidado mutuo, sin hacer cálculos. Pidamos a María que sepamos responder a la llamada, para manifestar la dulzura del rostro del Padre.
Gracias por leer nuestros contenidos. Si deseas recibir el mail diario con las noticias de ZENIT puedes suscribirte gratuitamente a través de
The post
Leave a Reply