Leer la Biblia después de la destrucción de Gaza

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Padre David Neuhaus, SJ

(ZENIT Noticias / Jerusalén, 12.08.2025).- Enseño la Biblia en Palestina/Israel desde hace veinticinco años, principalmente a seminaristas católicos de lengua árabe, religiosos y religiosas, y profesores de religión. También he enseñado la Biblia a judíos en Israel, en hebreo, a estudiantes rabínicos, a guías turísticos y a personas comunes deseosas de profundizar en su formación. Es una misión por la que me siento particularmente agradecido y que aún me llena de entusiasmo y emoción. Sin embargo, es una misión que a veces también me llena de temor y temblor. Aunque estoy muy agradecido de vivir en un tiempo en el que la Iglesia es más consciente, más sensible y más prudente respecto a cómo debe usarse la Biblia en la enseñanza cristiana —profundamente arrepentida por la forma en que ha sido utilizada como arma contra el judaísmo y los judíos— sé que todavía queda mucho trabajo por hacer respecto a quienes sufren las consecuencias de lecturas bíblicas distorsionadas.

Lo más urgente para mí, en medio de un conflicto que enfrenta a Israel con Palestina en una guerra sangrienta que ha dejado a Gaza en ruinas y reducido a su población al hambre, es: ¿cómo debo acercarme al plan de amor de Dios para la humanidad en la Biblia, un plan que incluye la elección de Israel, el don de la tierra y el aniquilamiento de los pueblos que habitan esa tierra? ¿Cómo puedo leer la palabra que los cristianos aclaman como Palabra de Dios: «En las ciudades de estos pueblos que el Señor tu Dios te da en herencia, no dejarás con vida a ningún ser que respire; sino que los consagrarás al exterminio: es decir, a los hititas, a los amorreos, a los cananeos, a los ferezeos, a los heveos y a los jebuseos, como el Señor tu Dios te lo ha mandado» (Deuteronomio 20, 16-17)? ¿No sería mejor guardar la Biblia en un armario y encontrar otros recursos para desarrollar la vida espiritual, la conducta moral y el liderazgo religioso? ¿O, al menos, no deberían censurarse las partes más problemáticas de la Biblia? Puede ser, y ha sido, un libro peligroso, no solo para muchos en Medio Oriente hoy, sino también para muchos otros a lo largo de siglos de historia.

El 7 de enero de 1937, David Ben Gurion, jefe de la Agencia Judía en la Palestina bajo mandato británico (un gobierno en la sombra que prefiguraba la creación del Estado de Israel), habló ante la Comisión Peel, que buscaba resolver los problemas del mandato británico en Palestina, inmerso en el conflicto entre judíos y árabes. Cuestionando el concepto mismo de “Mandato británico para Palestina”, establecido tras la Primera Guerra Mundial, Ben Gurion declaró: «En nombre de los judíos, digo que la Biblia es nuestro Mandato, la Biblia que fue escrita por nosotros, en nuestra lengua, en hebreo, justamente en este país. Este es nuestro Mandato. Nuestro derecho es tan antiguo como el pueblo judío» (https://www.scribd.com/document/287215993/Ben-Gurion-Testimony-to-Peel-Commission). En 1958, diez años después de la creación del Estado de Israel, Ben Gurion, entonces primer ministro, inauguró el primer Concurso Mundial de Biblia en Jerusalén. Poco después instituyó un círculo regular de estudios bíblicos, al que asistía con frecuencia. El grupo comenzó su trabajo con el libro bíblico preferido de Ben Gurion, Josué, que él consideraba absolutamente factual. Para él, era el modelo histórico de la conquista de la Tierra de la Biblia por el Pueblo de la Biblia, entonces y ahora.

Ben Gurion no era un judío religioso y su fe en Dios estaba eclipsada por su fe en la nación “judía”, un concepto derivado de su ávida lectura de la Biblia. Además, rechazaba explícitamente las tradiciones religiosas del pueblo judío desarrolladas a lo largo de los siglos en los escritos rabínicos recogidos en el Talmud. Como nacionalista “judío”, veía la Biblia como la cúspide literaria y espiritual última y eterna de los judíos en su tierra, mientras que consideraba los escritos rabínicos —el Talmud— como una colección secundaria, creada en el exilio y destinada a desaparecer con el tiempo. El biblicismo de Ben Gurion (una lectura secular de la Biblia usada como tesoro de terminología y mitología nacionalista) fue determinante en la historia inicial de la actividad sionista en Palestina. Aunque duramente criticada por intelectuales judíos religiosos de Israel como Martin Buber y Yeshayahu Leibowitz —ambos profundamente conscientes de las inquietantes cuestiones morales planteadas por las conquistas militares de Israel, la limpieza étnica de palestinos de los territorios israelíes y la arraigada discriminación contra los ciudadanos árabes en el Estado de Israel— la versión del sionismo de Ben Gurion dominaba.

El actual primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, es heredero del legado de Ben Gurion en el uso de la Biblia para legitimar y consolidar aún más la ocupación. Al inicio de la guerra en Gaza, el 28 de octubre de 2023, Netanyahu describió a los soldados israelíes como «deseosos de vengarse de los asesinos por los horribles actos perpetrados contra nuestros hijos, nuestras mujeres, nuestros padres y nuestros amigos. Están comprometidos a erradicar este mal del mundo, por nuestra existencia y, añado, por el bien de toda la humanidad. Todo el pueblo y sus líderes los abrazan y creen en ellos. “Recuerda lo que te hizo Amalec”». Su cita de Deuteronomio 25, 17 fue un escalofriante recordatorio de cómo la Biblia puede usarse para promover la guerra y el odio. Amalec, descrito en Éxodo 17, es el enemigo arquetípico de los israelitas, y se les ordena exterminarlo a él y a sus descendientes. Netanyahu, sus aliados, el movimiento de colonos israelíes y quienes cometen actos de violencia contra los palestinos recurren constantemente al léxico bíblico que justifica sus actos de muerte y destrucción.

No hay nada nuevo en el abuso ideológico de los textos sagrados. “Movilizar” una idea de Dios y narrativas sagradas que hablan de Dios añade autoridad a ideologías humanas de dominio y exclusión. Esto provoca que la Biblia sea mal vista entre quienes luchan por la libertad, la igualdad y la fraternidad. Sin embargo, para los cristianos, la Biblia proporciona las palabras para hablar de Dios, de la persona humana y de la relación entre ambos. Ofrece un vocabulario, una gramática y una sintaxis mediante las cuales los cristianos pueden intentar expresar a Dios. La narrativa bíblica traza una historia de orígenes, de actualidad y de esperanza que sitúa a los creyentes en una larga historia de la humanidad, en la que pueden encontrar sentido, vocación y misión en un mundo que busca redención. Y, como todo tesoro, apropiarse de él conlleva riesgos.

En 1994, el patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabbah, publicó una herramienta clave para los lectores de la Biblia en este tiempo de conflicto en Palestina/Israel: Leer y vivir la Biblia hoy en la Tierra de la Biblia (Michel Sabbah, Reading the Bible Today in the Land of the Bible, Jerusalén, Patriarcado Latino, 1993). La introducción de esta carta pastoral es un versículo que constituye una clave hermenéutica cristiana para la lectura de la Biblia: «Él es nuestra paz, el que de los dos pueblos hizo uno solo, derribando el muro de separación, anulando en su carne la enemistad […] para crear en sí mismo de los dos un solo hombre nuevo, haciendo la paz, y para reconciliar a ambos con Dios» (Efesios 2, 14-16). En esta carta, Sabbah plantea una pregunta conmovedora a quienes leen la Biblia en Palestina hoy: «¿Debemos ser víctimas de nuestra propia historia de salvación, que parece privilegiar al pueblo judío y condenarnos a nosotros? ¿Es esta realmente la voluntad de Dios, a la que deberíamos someternos inexorablemente, sin apelación ni discusión, y que nos pediría dejarlo todo en favor de otro pueblo?» (n. 7c).

Dirigiéndose a quienes han rechazado la Biblia debido a la manera en que se la lee para justificar la ocupación y la discriminación, Sabbah dice: «Con este rechazo de la palabra de Dios, queridos fieles, se hacen cómplices y víctimas de aquellos a quienes acusan, y, habiendo sido ya despojados de la tierra, se dejan despojar también de su Sagrada Escritura y de la luz que contiene para ayudarles a salir de la oscuridad y superar cualquier dificultad» (n. 56). Hacia el final de la carta, Sabbah concluye: «Leer y vivir la Biblia, hoy en la tierra de la Biblia, es una gracia y un desafío. Una gracia, porque cada día caminamos con el mismo Jesús por los mismos caminos por los que Él caminó con sus discípulos, como compañero y amigo. Un desafío porque hoy, en esta tierra de conflicto, experimentamos sufrimientos que están en el centro de nuestro diálogo con el Señor. Y el Señor, que hace arder nuestro corazón cuando nos habla (cf. Lucas 24, 32) a lo largo de nuestro camino de peregrinos, “abre nuestro corazón a la comprensión de las Escrituras” y nos ayuda a discernir, en la comprensión de nuestra historia, la voluntad del Padre» (n. 64).

Los cristianos deben ser conscientes de que conceptos como “pueblo elegido” y “tierra prometida” tienen consecuencias existenciales y morales muy concretas para los pueblos de Medio Oriente, y no son solo ejercicios especulativos y teológicos. En línea con estas preocupaciones, la Santa Sede ha subrayado la importancia del derecho internacional, en lugar del discurso bíblico, para comprender el conflicto en Palestina/Israel. Los cristianos están invitados a comprender el vínculo religioso judío con la tierra de Israel «que hunde sus raíces en la tradición bíblica, aunque no se deba adoptar una interpretación religiosa particular de esa relación. En cuanto a la existencia del Estado de Israel y a sus decisiones políticas, deben verse en una perspectiva que no es en sí misma religiosa, sino que se remite a los principios comunes del derecho internacional» (Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, Sussidi per una corretta presentazione degli ebrei e dell’ebraismo nella predicazione e nella catechesi della Chiesa cattolica, 1985, VI, 1).

En definitiva, la Biblia leída con fe, amor y caridad se revela como Palabra viva de Dios. En Palestina/Israel hoy, la Biblia se utiliza para legitimar y justificar guerras, ocupación y discriminación. Junto a la Biblia, el Corán, la escritura sagrada de los musulmanes, se “moviliza” en las luchas políticas sobre el destino de Tierra Santa y quién debería gobernarla. Sin embargo, la Dei Verbum, constitución dogmática del Concilio Vaticano II sobre la divina revelación, subraya que «la Sagrada Escritura [debe] ser leída e interpretada a la luz del mismo Espíritu mediante el cual fue escrita» (n. 12). Discernir este Espíritu, incluso según la interpretación auténtica confiada al Magisterio (n. 10), es, por tanto, parte esencial de la lectura de la Biblia. En esencia, la Biblia leída como Palabra de Dios enseña igualdad, justicia y paz, valores que están en sintonía con el Dios que aprendemos a conocer en la lectura que hace la Iglesia de la Biblia.

David Mark Neuhaus, SJ, nacido en Sudáfrica en 1962 de padres judíos alemanes que escaparon del nazismo, ha servido como superior de la comunidad jesuita en el Pontificio Instituto Bíblico de Jerusalén. Profesor de Sagradas Escrituras en el seminario del Patriarcado Latino de Jerusalén, de 2009 a 2017 fue vicario patriarcal para los católicos de lengua hebrea en el Patriarcado Latino.

Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.

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