(ZENIT Noticias / Santo Domingo, 13.08.2025).- En una decisión que ha tenido repercusiones mucho más allá del Caribe, República Dominicana ha reafirmado uno de los marcos legales provida más firmes del mundo, desafiando décadas de incansable presión por parte de poderosos defensores internacionales del aborto.
El 31 de julio de 2025, la legislatura nacional emitió un mensaje decisivo: la vida en República Dominicana sigue protegida desde la concepción hasta la muerte natural, sin excepciones. Por una abrumadora mayoría de 159 votos a favor y 4 en contra en la Cámara de Diputados, y con solo un senador en contra al día siguiente, los legisladores aprobaron un nuevo y radical Código Penal que mantiene intacta la prohibición constitucional del aborto en el país. El presidente Luis Abinader promulgó la ley el 3 de agosto.
Durante años, los defensores del derecho al aborto han buscado socavar las protecciones nacionales para los no nacidos, más recientemente introduciendo excepciones en el Código Penal actualizado. La propuesta habría permitido el aborto en casos de anomalía fetal, violación, incesto o cuando la salud de la madre estuviera en riesgo, un término cuya interpretación amplia en otros países a menudo ha allanado el camino para el aborto a demanda. Sin embargo, los legisladores rechazaron la medida de forma contundente.
Lo que hace extraordinario el resultado no es solo la magnitud de la victoria, sino también el desequilibrio de fuerzas. El movimiento provida dominicano es modesto en tamaño, cuenta con escasos recursos y es ampliamente ignorado por los grandes medios de comunicación. Se opuso a ellos una coalición de más de veinte organizaciones feministas nacionales, redes regionales bien financiadas como el Consorcio Latinoamericano Contra el Aborto Inseguro (CLACAI) y grupos de defensa globales como la Federación Internacional de Planificación Familiar, CLADEM y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cada uno impulsando la liberalización bajo el lema de los «derechos sexuales y reproductivos».
«Esta lucha ha durado décadas», declaró la abogada Loren Montalvo, de la Alianza en Defensa de la Libertad en la República Dominicana. Lo intentaron con el Código de Salud, luego con el Código Penal. Pero cada intento se topó con el Artículo 37 de nuestra Constitución, que declara que el derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte natural.
La reciente campaña contó con el respaldo de una importante presión política y mediática. Organismos internacionales de derechos humanos han criticado repetidamente las leyes de la República Dominicana, alegando que violan los derechos de las mujeres amparados en tratados regionales. Sin embargo, la opinión pública se ha resistido sistemáticamente a estas narrativas, arraigadas en una ética cultural y jurídica profundamente arraigada que considera la vida como algo innegociable.
Carlos Polo, director de la oficina para América Latina del Population Research Institute, comparó la situación con una lucha de David contra Goliat. «Todos estos grupos —locales, regionales e internacionales— se coordinan para impulsar el aborto en América Latina. En la República Dominicana, vieron la reforma del Código Penal como su momento. Fracasaron, pero lo volverán a intentar», advirtió.
Las consecuencias ya han generado reacciones de enojo por parte de líderes feministas, algunas de las cuales acusan a los legisladores de poner en peligro la vida de las mujeres. Los defensores de la vida argumentan que el aborto nunca es médicamente necesario para salvar a una madre y que una mejor atención materna, no el aborto, protege la salud de las mujeres.
En una región donde varios países han flexibilizado las restricciones en los últimos años, República Dominicana destaca por su firmeza. Con una población de tan solo 11 millones de habitantes, ha creado un consenso nacional sobre temas de vida que a las naciones más grandes de América les ha costado alcanzar.
“Esta victoria no es el final”, enfatizó Montalvo. “Es una prueba de que con perseverancia, incluso los movimientos más pequeños pueden prevalecer contra las campañas más grandes”.
El mensaje de Santo Domingo es claro: aquí, la vida no se negocia.
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