Lefebvristas serán acogidos oficialmente en Roma en ocasión del Jubileo: estos es lo que se sabe

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(ZENIT Noticias / Roma, 18.08.2025).- Durante décadas, el nombre de la Fraternidad San Pío X ha suscitado tanto devoción como controversia. Surgida en 1970 a raíz de la resistencia del arzobispo Marcel Lefebvre a ciertas reformas del Concilio Vaticano II, la agrupación ha vivido en un espacio canónicamente irregular, comprometida con los ritos litúrgicos más antiguos, pero alejada de la vida convencional de la Iglesia Católica. Ahora, en el contexto del Año Santo de 2025, Roma ha extendido un gesto que pocos habrían imaginado posible incluso hace una generación: el calendario jubilar oficial incluye una peregrinación de la Fraternidad entre sus eventos reconocidos.

Programada para finales de agosto, la peregrinación llevará a sacerdotes, seminaristas y fieles de la Fraternidad a Roma, donde rezarán el Rosario, celebrarán una misa solemne y caminarán en procesión hasta la Basílica de San Juan de Letrán para cruzar la Puerta Santa. De este modo, la agrupación se sitúa en el corazón de las expresiones más antiguas de la comunión católica, aun cuando su estatus canónico sigue sin resolverse.

El simbolismo de este momento es impactante. La última vez que la Sociedad participó en un Jubileo, en el año 2000, su presencia fue más discreta y, desde luego, no se destacó en una plataforma oficial. Hoy, su evento aparece abiertamente en el sitio web del Jubileo junto con diócesis, movimientos y congregaciones religiosas en plena comunión con la Santa Sede. Esta visibilidad pública no indica una reconciliación —al menos no todavía—, sino la voluntad de ambas partes de reconocerse mutuamente en el lenguaje común de la peregrinación, la penitencia y la oración.

La Sociedad ha insistido durante mucho tiempo en que su fidelidad no reside en las cambiantes políticas del gobierno eclesial, sino en lo que llama la «Roma eterna», una expresión que el propio Lefebvre utilizaba con frecuencia. Su liderazgo, bajo la dirección del padre Davide Pagliarani, continúa centrando su misión en el sacerdocio y la preservación de la misa tradicional, que la Sociedad ha preservado durante años, cuando el misal de 1962 estaba prácticamente olvidado en muchos lugares. Hoy, sin embargo, esa liturgia ya no es una reliquia, sino parte de una conversación más amplia en la Iglesia sobre identidad, tradición y reforma.

La turbulenta historia de la Fraternidad con Roma es bien conocida: las consagraciones episcopales ilícitas de 1988 que provocaron excomuniones; el levantamiento de dichas censuras por Benedicto XVI en 2009; y, más recientemente, la decisión del Papa Francisco de otorgar a sus sacerdotes la facultad de escuchar confesiones válida y lícitamente, y posteriormente, de supervisar matrimonios bajo la autoridad diocesana. Cada paso ha sido parcial, tentativo y nunca del todo concluyente. Sin embargo, cada uno refleja la convicción de que, incluso en la tensión, no se debe abandonar el diálogo.

El gesto jubilar no borra la irregularidad de la situación de la Fraternidad. Las autoridades vaticanas han recordado a los fieles en el pasado que asistir a las liturgias de la FSSPX plantea cuestiones de unidad eclesial. Al mismo tiempo, el derecho canónico reconoce la validez de los sacramentos celebrados con el misal de 1962, y a los católicos comunes no se les pide que analicen las complejidades de los canonistas al buscar la Eucaristía. El Jubileo, con su énfasis en la misericordia y la reconciliación, parece subrayar precisamente esta sensibilidad pastoral.

Hoy en día, la Fraternidad cuenta con más de 700 sacerdotes y medio millón de fieles en todo el mundo. Sus escuelas, casas de retiro y campamentos juveniles le brindan una infraestructura global, que garantiza que su mensaje resuene más allá de los círculos minoritarios de tradicionalistas. Verlos cruzar la Puerta Santa de la Basílica de Letrán en un año dedicado a la renovación y el perdón será, para muchos, una imagen de esperanza, por frágil que sea, de que las heridas del pasado no tienen por qué determinar el futuro.

El Jubileo de 2025 busca reunir a toda la Iglesia, en toda su diversidad, en el umbral de la gracia. Que Roma permita a la Fraternidad San Pío X formar parte de ese camino, de manera visible y oficial, puede que no resuelva una división de larga data. Pero puede servir como recordatorio de que en el lenguaje de la fe, incluso los pequeños pasos pueden hablar más fuerte que décadas de silencio.

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