Cristiano iraquí asesinado en Lyon reaviva la alarma por la violencia anticristiana en Francia

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(ZENIT Noticias / París, 17.09.2025).- La noche del 10 de septiembre, las tranquilas calles de Lyon se vieron sacudidas por un brutal acto de violencia que conmocionó a la comunidad cristiana francesa y reavivó el debate sobre la libertad religiosa en Europa. Ashur Sarnaya, un cristiano iraquí de 45 años que huyó de la persecución a manos de militantes islamistas, fue apuñalado mortalmente frente a su casa mientras transmitía en directo su fe en TikTok.

Sarnaya, discapacitado y confinado a una silla de ruedas, llevaba más de una década viviendo en la ciudad con su hermana tras escapar de Irak en 2014 durante el avance del autodenominado Estado Islámico. Sus vecinos lo describieron como amable, discreto y vulnerable. Sus transmisiones nocturnas en redes sociales, a menudo en árabe, se centraban en el testimonio del Evangelio y la oración personal. Según su familia, no tenía enemigos.

El ataque se produjo cuando Sarnaya regresaba a su residencia. Un hombre vestido de negro, con el rostro oculto por una capucha, supuestamente acechó antes de clavarle un cuchillo en el cuello a su víctima. Los servicios de emergencia llegaron en cuestión de minutos, pero los golpes fueron fatales. Un video, ampliamente difundido en línea, captura los escalofriantes momentos en los que los espectadores de la transmisión en vivo presenciaron cómo la sangre manaba de su rostro antes de que la transmisión terminara abruptamente.

El asesinato está siendo investigado por la fiscalía de Lyon, y el caso se ha transferido a la división especializada en crimen organizado y crimen grave. Las autoridades no han confirmado el motivo, lo que deja abierta la posibilidad de odio religioso, venganza personal o redes criminales. Sin embargo, el simbolismo del asesinato —un refugiado cristiano asesinado durante una declaración pública de fe— ha alimentado la especulación de que fue algo más que un acto aleatorio.

Las organizaciones cristianas en Francia respondieron con dolor e indignación. Œuvre d’Orient, una organización benéfica católica dedicada a los cristianos orientales, condenó el asesinato como un atentado contra la dignidad y la libertad, y enfatizó que los creyentes que escaparon de la persecución en Oriente Medio deberían poder vivir y dar testimonio de su fe con seguridad en Europa. SOS Chrétiens d’Orient recordó que Sarnaya ya había sufrido a manos de ISIS: «Es impensable que un hombre que huyó de la persecución encuentre la muerte por la misma razón en suelo francés», declaró el grupo.

Para sus familiares, el asesinato lleva la marca del martirio. «Estaba proclamando la palabra de Dios cuando le arrebataron la vida», escribió un primo en Facebook, instando a otros a ver su muerte como una tragedia y un testimonio a la vez.

La respuesta política ha sido discreta, aunque no ausente. Marine Le Pen, líder del Rassemblement National, denunció el acto en redes sociales como obra de un «islamista», vinculándolo con lo que ella llamó la fallida política migratoria francesa. Mientras tanto, un popular influencer lionés destacó el testimonio cristiano de Sarnaya en TikTok, sugiriendo que su fe abierta lo había convertido en un blanco fácil.

El asesinato se produce en medio de un aumento generalizado de incidentes anticristianos en toda Francia. Las cifras oficiales publicadas este verano reportaron 401 actos contra cristianos entre enero y junio, un aumento del 13 % con respecto al año anterior. Estos incidentes abarcan desde grafitis y vandalismo hasta incendios provocados y profanaciones. A principios de septiembre, una estatua de la Virgen con el Niño en Bretaña fue incendiada durante una misa, mientras que en julio, una iglesia parisina sufrió un ataque similar. El año pasado, la destrucción de una iglesia histórica por un incendio en el norte de Francia dejó una huella imborrable.

A pesar de su frecuencia, estos episodios suelen recibir escasa cobertura en los medios nacionales, un silencio que, según advierten los observadores católicos, podría normalizar la hostilidad. Para muchos, la muerte de Ashur Sarnaya encarna la convergencia de dos tendencias inquietantes: el precario futuro del cristianismo en Oriente Medio y la erosión de la seguridad religiosa en la Europa secular.

Su vida, marcada por el exilio, la discapacidad y una fe inquebrantable, terminó en un momento destinado a compartir esperanza con los demás. En palabras de un líder comunitario local: «Ashur no era un hombre de política ni de conflicto. Era un hombre de oración. Y fue la oración la que llevó hasta el final».

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