El cisma y los problemas ecuménicos que se avecinan: una mujer es la nueva cabeza de los anglicanos en el mundo

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(ZENIT Noticias / Londres, 03.10.2025).- Por primera vez en sus siglos de historia, la Iglesia de Inglaterra estará dirigida por una mujer. Sarah Mullally, actual obispa de Londres y exenfermera convertida en sacerdote, ha sido nombrada 106.ª arzobispa de Canterbury. Su investidura, prevista para marzo de 2026, marcará un momento sin precedentes para la Comunión Anglicana: un momento bien recibido por muchos, pero visto con aprensión por otros.

El anuncio, confirmado formalmente por el rey Carlos III tras la selección de la Comisión de Nombramientos de la Corona, ha sido recibido con alegría y malestar. Sus partidarios destacan las décadas de servicio pastoral de Mullally, su reputación de compasión y su inusual trayectoria, desde jefa de enfermería de Inglaterra hasta párroca y luego obispa. Sin embargo, sus críticos consideran que su nombramiento profundiza las divisiones dentro del anglicanismo global, ya de por sí tenso en cuanto a doctrina, género y sexualidad.

En sus primeras palabras, Mullally reflexionó sobre la imagen que ha guiado su vocación: lavar los pies. “Como enfermera, como sacerdote, como obispo, siempre se ha tratado de servir. En un mundo de incertidumbre, la sanación comienza con simples actos de bondad y amor”, dijo en la Catedral de Canterbury. Sus palabras reflejaron tanto la humildad de su fe personal como la magnitud del desafío que tenía ante sí: servir como primus inter pares, primera entre iguales, en una comunión de unos 85 millones de anglicanos en todo el mundo.

Los líderes católicos la felicitaron cordialmente. El cardenal Vincent Nichols, de Westminster, celebró el nombramiento de Mullally y expresó la esperanza de una cooperación más estrecha entre la Iglesia Católica y la Iglesia de Inglaterra. En Roma, el cardenal Kurt Koch, del Dicasterio para la Promoción de la Unidad Cristiana, se hizo eco de esos sentimientos, reconociendo los “considerables desafíos” que enfrenta el anglicanismo, pero rezando para que Mullally se convierta en un “instrumento de comunión”. La Iglesia Católica no reconoce la validez de las órdenes anglicanas y rechaza firmemente la ordenación de mujeres, lo que hace que la unidad formal sea una esperanza cada vez más lejana.

Si bien la reacción de Roma fue cautelosa, la oposición más fuerte provino del propio anglicanismo. El arzobispo Laurent Mbanda de Ruanda, presidente del consejo de primados de Gafcon —un movimiento conservador que representa a la abrumadora mayoría de los anglicanos activos— declaró que el rol de Canterbury como centro espiritual ya no era creíble. En una carta, Mbanda acusó a la Iglesia de Inglaterra de abandonar la enseñanza bíblica y advirtió que el liderazgo de Mullally afianzaría la división en lugar de sanarla. Anunció planes para una importante asamblea de Gafcon en Nigeria en 2026, con el objetivo de consolidar un polo alternativo de autoridad en el anglicanismo global.

Estas reacciones subrayan la paradoja del nombramiento de Mullally. Para muchos en Inglaterra y en el extranjero, ella encarna la inclusividad y la atención pastoral que la Iglesia busca en el siglo XXI. Para otros, su misma elección simboliza lo que consideran un compromiso teológico y un revisionismo occidental. Los analistas advierten que su mandato podría acelerar un realineamiento: por un lado, las deserciones de anglocatólicos hacia Roma, y ​​por otro, la creciente afirmación de Gafcon como el verdadero guardián de la ortodoxia anglicana.

Tras las ceremonias venideras, pues, se esconde una pregunta fundamental: ¿puede Canterbury seguir sirviendo como punto de unidad para una comunión que vive cada vez más en otros lugares: África, Asia y Latinoamérica? Sarah Mullally asume el cargo con la historia a cuestas, pero también con una comunión que mira más allá de su silla, hacia otros centros de gravedad.

Su liderazgo bien podría definir si el título de «Arzobispo de Canterbury» sigue significando lo que antaño, o si la familia anglicana global ya está forjando un futuro más allá de la sombra de Canterbury. 

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