(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 06.10.2025).- En un gesto decisivo que marca tanto la continuidad como la corrección, el Papa León XIV ha emitido su primera Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio», titulada «Coniuncta cura», un documento que reestructura la gobernanza financiera de la Santa Sede y marca el inicio de una nueva fase en la reforma económica del Vaticano. Firmado el 29 de septiembre, festividad de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, y hecho público el 6 de octubre, el texto redefine el equilibrio entre la supervisión y la colaboración entre las instituciones financieras de la Santa Sede.
El documento se inspira explícitamente en el principio de «corresponsabilidad en la comunión», piedra angular de «Praedicate Evangelium», la constitución apostólica de 2022 del Papa Francisco. León XIV sitúa esta idea en el centro de su reforma, insistiendo en que incluso la gestión del dinero y las inversiones debe reflejar un espíritu de servicio y confianza mutua. Su objetivo, escribe, es consolidar normas y clarificar competencias, fomentando al mismo tiempo una dinámica de colaboración mutua entre las entidades vaticanas implicadas en la administración financiera.
La «Coniuncta cura» deroga formalmente el «Rescriptum ex Audientia» de Francisco de 2022, que centralizaba el control de todas las inversiones y la liquidez del Vaticano bajo la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA). Ese sistema anterior, diseñado para reforzar la supervisión tras años de escándalo y fragmentación, exigía a todos los dicasterios y organismos vaticanos que transfirieran sus activos a cuentas gestionadas por la APSA.
La carta de León XIV confirma la competencia general de la APSA, pero reconfigura su función: al llevar a cabo actividades de inversión, la APSA debe ahora hacer un uso eficaz de la estructura interna del Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el Banco Vaticano. Este cambio sutil pero significativo restablece una función operativa del IOR, largamente postergada bajo regulaciones anteriores, a la vez que permite la flexibilidad de emplear intermediarios financieros externos «cuando sea más eficiente o ventajoso», siempre que sean examinados por el Comité de Inversiones.
Todas las operaciones de inversión del Vaticano, estipula el Motu Proprio, deben ahora ajustarse a las políticas del Comité de Inversiones y adherirse a la estrategia de inversión aprobada, que integra prudencia, sostenibilidad y coherencia moral. La medida va más allá de la eficiencia financiera, integrando el discernimiento ético en cada decisión: las inversiones deben servir no solo al lucro, sino también a la misión social y pastoral de la Iglesia.
Observadores de la Curia interpretan esto como una mejora y una corrección de la centralización de la era de Francisco. Un cardenal de alto rango, hablando anónimamente, señaló que el Colegio Cardenalicio había expresado su preocupación por la «rigidez ideológica» de algunas directivas económicas anteriores. La respuesta de León XIV, afirmó el prelado, refleja «un retorno al equilibrio, a la responsabilidad compartida que evita tanto la dispersión como la concentración del poder».
En la práctica, la «Coniuncta cura» establece una arquitectura de gobernanza más matizada: una que mantiene la rendición de cuentas, pero difunde la toma de decisiones mediante mecanismos de cooperación. La transparencia, antes enmarcada principalmente como control, ahora se concibe como participación.
Publicada en «L’Osservatore Romano» y con su próxima aparición en las «Acta Apostolicae Sedis», la Carta Apostólica entra en vigor de inmediato. Representa no solo un ajuste legal, sino una reorientación: la economía de la Iglesia, insinúa León XIV, debe redescubrir su verdadera vocación: ser un instrumento de comunión en lugar de un terreno de competencia o dominio.
Tras el lenguaje técnico de la reforma financiera se esconde una clara visión pastoral. Como señaló un funcionario del Vaticano con conocimiento del expediente: «El Papa ha reconocido que ciertas cosas simplemente debían corregirse». Con la «Coniuncta cura», León XIV parece decidido a hacer precisamente eso: restaurar la coherencia, la integridad y el propósito moral del mecanismo que sustenta la misión del sucesor de Pedro.
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