(ZENIT Noticias – Caffe Storia / Roma, 16.11.2025).- La historia del conflicto entre Israel y Palestina es un libro de muchas páginas, y muchas aún están por escribirse. Lo cierto es que, de un modo u otro, estaremos obligados a leerlas. ¿Qué espacio se concederá ahora a la paz en esta trama? “El conflicto es principalmente entre dos movimientos nacionales”, explica el padre David Neuhaus, jesuita israelí y profesor de Sagrada Escritura. Nacido en Sudáfrica de padres judíos alemanes que huyeron de Alemania en los años treinta del siglo pasado, fue vicario patriarcal del Patriarcado Latino de Jerusalén para los católicos de expresión hebrea y para los migrantes. “La violencia no es un medio legítimo para resolver un conflicto. Sin embargo, hay que preguntarse: ¿ayuda realmente la religión, en su forma actual, a las personas a reconocer esto?”
Padre Neuhaus, ¿cuál es el peso de las raíces religiosas en la historia del conflicto israelo-palestino?
Considero importante insistir en que el conflicto entre Israel y Palestina no es un conflicto religioso. Sus orígenes se encuentran en la migración de judíos europeos —especialmente del este de Europa—, iniciada en la década de 1880 bajo la sombra del antisemitismo moderno europeo, hacia Palestina, y en su reivindicación del derecho a fundar allí un Estado etnocéntrico, un Estado judío. El conflicto es, principalmente, entre dos movimientos nacionales: el sionismo, movimiento nacional judío que redefinió lo que significaba ser judío, y el movimiento nacional árabe palestino. Ambos movimientos redefinen la identidad vinculándola al pueblo, a la tierra y al Estado. La religión es un recurso útil, pero no constituye la raíz principal de ninguno de los dos movimientos.
Ambos movimientos nacionales han aprovechado las identidades, los textos, los ritos y las tradiciones religiosas para obtener legitimación. El uso de un lenguaje religioso puede tener un efecto más poderoso que un lenguaje secular. La lectura sionista de los textos religiosos judíos, que da énfasis a la Biblia y margina el Talmud, desempeñó un papel importante en la formación de una conciencia judía moderna que vincula la identidad judía con la tierra de Israel. El laico David Ben Gurion, primer ministro fundador de Israel, subrayaba, por ejemplo, la importancia de libros bíblicos como Josué, que narran la conquista de la tierra.
También los nacionalistas árabes palestinos, tanto musulmanes como cristianos, han recurrido a la religión. El líder Hajj Muhammad Amin al-Hussayni, por ejemplo, usaba título y vestimenta religiosos, desempeñaba una función religiosa y explotaba regularmente el carácter sagrado de Jerusalén para los musulmanes. Prácticas tradicionales, como la peregrinación al santuario de Nabi Musa o el significado religioso de la tumba de los Patriarcas en Hebrón, despertaban sentimientos que podían parecer religiosos, pero servían ante todo a la ideología nacionalista.
Desde los años sesenta han surgido nuevas formas de nacionalismo religioso entre judíos israelíes y árabes palestinos. La incorporación de “Dios” a la ideología nacionalista suele generar mayor fanatismo y militancia. Grupos extremistas de judíos israelíes y musulmanes árabes promueven ideologías de etnocentrismo, exclusión e incluso genocidio, basadas en consignas religiosas.
¿En qué medida, entonces, las narraciones bíblicas, coránicas y rabínicas siguen influyendo hoy en la identidad de las distintas comunidades?
Tanto los judíos israelíes como los árabes palestinos —cristianos y musulmanes— están, en cierta medida, enraizados en las tradiciones y prácticas religiosas de sus antepasados. Entre los judíos israelíes, casi la mitad de la población es laica, pero la Biblia sigue desempeñando un papel importante en el discurso público, especialmente al definir el vínculo judío con la tierra y al ofrecer antiguos mitos de patriotismo y militarismo.
Muchos, aunque no todos, los judíos israelíes religiosos modernos utilizan la Biblia para promover la expansión de los asentamientos judíos en Cisjordania ocupada y más allá. Algunos recurren también al discurso rabínico para insistir en la separación entre judíos y no judíos. Algunos extremistas movilizan textos religiosos para legitimar la violencia contra los árabes palestinos.
Entre los árabes palestinos, los activistas políticos musulmanes religiosos explotan textos coránicos y de la tradición islámica para promover la defensa de la causa palestina. También algunos musulmanes más extremistas utilizan textos religiosos para enseñar hostilidad hacia los judíos y sus partidarios.
Dentro del judaísmo, el cristianismo y el islam existen distintas visiones sobre la tierra, el pueblo y la promesa de herencia. ¿Cómo se confrontan estas teologías y qué lectura religiosa puede abrir caminos hacia la reconciliación?
Es importante afirmar que estos textos antiguos no hablan directamente de las realidades modernas de los Estados-nación, del nacionalismo étnico ni de las ideologías políticas contemporáneas. Cada tradición religiosa ha sido movilizada por ideólogos para legitimar posturas modernas sobre la tierra, el pueblo y el Estado. Los textos antiguos deben ser “exprimidos” para poder decir algo relevante hoy. Las realidades a las que se referían hace miles de años y nuestro contexto moderno son profundamente diferentes.
Dentro de cada comunidad religiosa, los textos son a veces leídos como si hablaran directamente a las necesidades del presente. Los judíos sionistas eligen los textos que subrayan la promesa, la conquista, la posesión y la defensa de la tierra, ignorando aquellos que hablan de igualdad, universalidad y superación del particularismo.
Los cristianos sionistas, anteriores al desarrollo del sionismo judío, se centraban en textos que justificaban su visión: que Jesús sólo regresaría si los judíos eran restituidos en su tierra, y que, una vez regresado, todos los no creyentes perecerían.
Los musulmanes religiosos que promueven la defensa de Palestina se concentran en textos del Corán sobre la guerra, la resistencia y la violencia, ignorando otros que promueven la armonía, el diálogo y la paz.
Los constructores de paz religiosos de todas las comunidades buscan textos y tradiciones alternativos que desafíen las posturas militantes hoy dominantes. El desafío no consiste sólo en ofrecer textos alternativos, sino también en deconstruir el uso de los textos religiosos para promover la guerra, la violencia y la exclusión.
¿Qué otros desafíos plantea esta guerra a la conciencia moral de los creyentes, dentro y fuera de la región?
El desafío central es reconocer que todo ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Un judío israelí no vale más que un árabe palestino. Todo hombre, mujer y niño tiene derecho a la vida, a la libertad y a la dignidad. La violencia no es un medio legítimo para resolver un conflicto. Sin embargo, hay que preguntarse: ¿ayuda realmente la religión, en su forma actual, a las personas a reconocer esto?
Cabe preguntarse: ¿qué impacto real tienen las posiciones de la Santa Sede, de las autoridades musulmanas y de las rabínicas?
La mayoría de los cristianos, judíos y musulmanes buscan la autoridad que mejor se ajusta a sus propias necesidades. Los sionistas religiosos judíos han creado autoridades rabínicas que les proporcionan el apoyo religioso necesario para sus posiciones ideológicas, ya sean moderadas o extremas. Lo mismo ocurre con muchos musulmanes y grupos cristianos.
Los católicos se encuentran en una posición particular: la Iglesia tiene una estructura jerárquica y la autoridad religiosa se concentra en el magisterio de la Santa Sede. Sin embargo, no debe sobreestimarse el impacto real de la Santa Sede en las posturas de los católicos dentro del conflicto entre Palestina e Israel.
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