(ZENIT Noticias / Jerusalén, 15.11.2025).- El mismo día en que los titulares de todo el mundo celebraban un acuerdo de paz para Gaza, se desató una historia más silenciosa y dolorosa para una joven cristiana palestina. Layan Nasir, de 25 años, graduada en nutrición por la Universidad de Birzeit y miembro de la parroquia anglicana de San Pedro en Cisjordania, fue devuelta a prisión por un tribunal militar israelí, su tercera detención en cuatro años, nuevamente sin cargos formales.

Para quienes la conocen, la ironía no podría ser más aguda. Mientras diplomáticos y generales redactaban el discurso de paz, la vida de Layan volvió a estar confinada al silencio de una celda. Su historia ha llegado a encarnar la tensión entre los anuncios políticos y la realidad vivida en una tierra donde la paz aún lucha por arraigarse.

La obispa anglicana de Chelmsford, la Dra. Guli Francis-Dehqani, quien conoció a la familia de Layan durante una visita a Tierra Santa en 2024, renovó su llamado a la oración y la solidaridad. «Esta es una noticia devastadora para Layan y su familia», declaró. Invito a todos en nuestra diócesis a unirse a mí en oración por su liberación y por el fin de esta injusticia, especialmente ahora que el mundo se alegra con las esperanzadoras noticias de Gaza.

Desde su primer arresto en 2021, Layan se ha convertido en un símbolo discreto de resistencia entre los cristianos palestinos. Su encarcelamiento anterior —ocho meses bajo «detención administrativa», un sistema que permite el encarcelamiento sin cargos ni juicio— generó críticas de líderes eclesiásticos de toda Inglaterra. Los obispos de Southwark, Norwich, Gloucester y Chelmsford le escribieron el pasado agosto, asegurándole sus oraciones y calificando su terrible experiencia de «cruel interrupción de una joven vida dedicada al servicio».

El caso de Layan gira en torno a su presunta vinculación, hace años, con un grupo de estudiantes universitarios posteriormente prohibido por Israel. Amigos y clérigos que la conocen la describen como amable, estudiosa y comprometida con su comunidad de fe. «Simplemente quería servir a su pueblo a través de su profesión», dijo un amigo de la familia.

El momento de su nueva detención, apenas horas después del anuncio del alto el fuego en Gaza, ha generado inquietud entre la Iglesia y los observadores humanitarios. El canónigo Richard Sewell, decano del St. George’s College de Jerusalén, lo calificó como «un golpe particularmente cruel y un recordatorio aleccionador de que, para muchos palestinos, los acuerdos de paz se quedan en palabras, no en la libertad en la práctica».

El canónigo Don Binder, capellán del arzobispo anglicano de Jerusalén, fue más allá, sugiriendo que el arresto podría estar vinculado a maniobras políticas. Mientras las autoridades israelíes y palestinas negocian la liberación de cientos de prisioneros como parte de los términos del alto el fuego, advirtió que «el gobierno podría intentar ampliar el número de detenidos con antelación».

Por ahora, la obispa Guli ha vuelto a encender la pequeña vela que ha permanecido en el altar de su capilla desde el primer encarcelamiento de Layan; una llama que prometió no se extinguiría hasta que la joven saliera libre. Cada noche, mientras las oraciones se elevan desde una tranquila capilla inglesa hacia el cielo de Cisjordania, esa luz arde como protesta y esperanza a la vez.

La historia de Layan Nasir no aparece en los comunicados ni en las conferencias de prensa televisadas sobre la paz. Pero quizás sea allí, en la brecha entre la promesa y el dolor, donde debe comenzar la verdadera labor de reconciliación.

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