(ZENIT Noticias / Roma, 19.11.2025).- El llanto silencioso de Francisco, padre de Domenico Maria, quien falleció a los 13 años por una enfermedad repentina y buscó consuelo en la Iglesia, encuentra respuesta en las palabras del Santo Padre: «Tu vida, unida a la de Domenico Maria, es un gran ejemplo para todos los padres y madres que no logran recuperarse del inmenso dolor de perder a un hijo».

Así abre la revista Piazza San Piedtro en la habitual sección de «diálogo con los lectores». El Papa responde a Francisco, padre de cuatro hijos, uno de los cuales, Domenico Maria, falleció con tan solo 13 años. No pide milagros, sino una oración: la suya es una súplica serena y digna, llena de fe y recuerdo, para ese hijo que «falleció hace dieciocho años por una enfermedad repentina e imprevista», pero que permanece en el corazón de todos: en sus compañeros de fútbol, ​​en sus amigos, en su familia.

«Su Santidad», escribe el padre, «nuestro Domenico Maria era un muchacho de esperanzas prometedoras… Lo habían elegido capitán. Esta carta mía pretende ser solo un pensamiento, así como un recuerdo… para que Dios, en su infinita bondad y misericordia de Padre, lo acoja en el reino de los cielos». El tono es humilde, lleno de amor, pero firme en la fe. Un grito silencioso que busca consuelo en la Iglesia, en la oración.

El Papa León XIV respondió personalmente a esta petición, con palabras que van más allá de un gesto pastoral, haciendo eco del Evangelio: «Esperamos que Domenico Maria esté en el cielo con Jesús y Nuestra Señora e interceda por su familia. Recen por él. Recen con él».

El Pontífice reitera un punto central de la fe cristiana: «la comunión inquebrantable, que ni siquiera la muerte puede cancelar, permaneciendo siempre unidos al Señor. La oración, como el auténtico deporte que amaba Domenico Maria, crea vínculos y une para siempre», escribe el Papa León. «Y así, el deporte del pequeño Capitán se convierte en símbolo de un equipo mayor: el de la vida eterna».

En el centro de la respuesta del Santo Padre se encontraba un profundo aliento dirigido a Francisco y a su familia, e indirectamente a todos los padres que atraviesan la misma prueba: «Vuestra vida, unida a la de Domenico Maria, es un gran ejemplo para todos los padres y madres que no logran recuperarse del inmenso dolor de perder a un hijo».

Y, finalmente, una visión teológica clara y concreta: desde el Bautismo comienza una vida que nunca terminará, «porque la muerte nunca tiene la última palabra».

Y al firmar su bendición final, el Papa León asegura sus oraciones por Domenico Maria y por todos los jóvenes que nos han dejado demasiado pronto. Que no permanezcan en silencio, sino en la luz.

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