(ZENIT Noticias / Roma, 20.11.2025).- Cuando el rey Carlos III y la reina Camila entren en la Capilla Sixtina el 23 de octubre, la historia se repliega silenciosamente sobre sí misma. Por primera vez desde que Enrique VIII rompió relaciones con Roma en 1534, un monarca británico reinante rezará públicamente con el Papa, una imagen impensable durante siglos y ahora símbolo de un largo camino desde la ruptura hasta la reconciliación.
La visita, confirmada tanto por el Palacio de Buckingham como por la Santa Sede, tiene un doble significado: un hito en el diálogo ecuménico y un renovado llamado a la responsabilidad ambiental. No se trata solo de diplomacia en acción, sino de algo más sutil: un gesto de conciencia, fe y responsabilidad compartida en una era de inestabilidad global.
La pareja real será recibida en el Palacio Apostólico con todos los honores ceremoniales de una visita de estado. A media mañana, tras ser recibidos en el Patio de San Dámaso, el rey Carlos se reunirá con el papa León XIV para una audiencia privada en la biblioteca papal, mientras que la reina Camila visitará la Capilla Paulina. Más tarde, el Rey se reunirá con el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, antes de unirse al Papa para un servicio ecuménico de oración por el cuidado de la creación en la Capilla Sixtina.
La oración, dirigida conjuntamente por el Papa León XIV y el arzobispo de York, Stephen Cottrell, incluirá salmos y lecturas centradas en la alabanza al Creador. El himno de apertura del servicio, escrito por San Ambrosio de Milán y traducido al inglés por San John Henry Newman, une las religiones: Ambrosio, el Padre de la Iglesia de Occidente, y Newman, el converso del siglo XIX que en su día se debatía entre Canterbury y Roma. El simbolismo es deliberado. Newman, canonizado en 2019 en presencia del entonces Príncipe de Gales, será declarado Doctor de la Iglesia el 1 de noviembre, un acto que busca subrayar la afinidad teológica y cultural que ahora resurge discretamente entre católicos y anglicanos.
La música de la ceremonia unirá a tres coros —el Coro de la Capilla Sixtina, el Coro Real de la Capilla del Palacio de St. James y el Coro de la Capilla de San Jorge en Windsor—, quienes cantarán bajo los frescos de Miguel Ángel, donde se eligen los papas y la historia se mide en siglos.
Más tarde, la familia real cruzará el Tíber hasta la Basílica de San Pablo Extramuros, un lugar cuyos vínculos con la corona inglesa se remontan a los reyes sajones Offa y Ethelwulf, quienes en su día financiaron su mantenimiento. Allí, el rey Carlos será investido oficialmente como Cofrade Real de San Pablo, una hermandad espiritual honoraria conferida por la abadía benedictina de la basílica con la aprobación papal. Su asiento personal, tallado con su escudo de armas y la inscripción en latín Ut unum sint —«Para que todos sean uno» (Juan 17,21)—, permanecerá en el ábside, reservado para sus sucesores.
El título honorario, como enfatizan los funcionarios de la Iglesia de Inglaterra, no altera la posición constitucional del Rey como Gobernador Supremo de su Iglesia, sino que reconoce su compromiso de toda la vida con el fomento del entendimiento entre las religiones. Los observadores del Vaticano consideran este gesto como un elegante acto de amistad entre dos instituciones ancestrales que antaño estuvieron sumidas en la desconfianza mutua.
Después del servicio, el Papa León XIV y el Rey se reunirán de nuevo en la Sala Regia con líderes del Vaticano, la ONU y el sector privado para debatir la colaboración ambiental. La reunión se basa en el legado de la encíclica «Laudato Si’» del Papa Francisco de 2015, que conmemora su décimo aniversario, y en la defensa de la responsabilidad ecológica por parte de Carlos durante décadas. La hermana Alessandra Smerilli, secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, describió el encuentro como «un símbolo de liderazgo moral conjunto en un momento en que ambas Iglesias reconocen que las crisis social y ecológica son inseparables». Iniciativas recientes del Vaticano —la introducción de la «Missa pro custodia creationis» y la apertura prevista del «Borgo Laudato Si’» en 2025— reflejan el mismo espíritu que ha animado durante mucho tiempo la vida pública de Carlos: la convicción de que el cuidado del planeta es un deber sagrado.
“Esta visita no es un simple acto protocolario”, declaró el arzobispo Flavio Pace, secretario del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. “Es el fruto de décadas de diálogo y una señal de que la reconciliación no solo es posible, sino que ya está en marcha”.
Si la audiencia de la reina Isabel II con el papa Juan XXIII en 1961 marcó el fin del distanciamiento, la oración del rey Carlos con el papa León XIV bien podría marcar el inicio de una colaboración espiritual. No borrará la historia de la Reforma, pero en las bóvedas de la Capilla Sixtina —bajo un fresco de la creación misma— dos cabezas de la Iglesia y del Estado se arrodillarán juntas, invocando al mismo Creador, y tal vez, la misma esperanza: que la unidad, como la paz, no se hace por decreto, sino por la oración compartida.
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