(ZENIT Noticias / La Habana, 01.11.2025).- La Basílica de Nuestra Señora de la Caridad de El Cobre, el santuario más venerado de Cuba y símbolo nacional de esperanza y unidad, sufre ahora profundas heridas por la ferocidad del huracán Melissa.
Ubicado en las faldas de la Sierra Maestra, a veinte kilómetros al oeste de Santiago de Cuba, el santuario ha sido durante generaciones el hogar espiritual de la nación. Pero esta vez, ni siquiera su legendaria resistencia pudo resistir los vientos de 195 kilómetros por hora y la lluvia incesante de Melissa.
«Las paredes temblaban, el aire aullaba y el santuario parecía respirar con angustia», dijo el padre Rogelio Dean, rector de la basílica. «Nunca habíamos presenciado algo así. Los daños son cuantiosos: vitrales destrozados, agua de lluvia que inunda la iglesia y partes de la mampostería literalmente arrancadas de las paredes».
Tras el paso del huracán, la otrora radiante fachada de El Cobre quedó marcada por vidrios rotos y escombros. Los feligreses que buscaron refugio en la iglesia regresaron y encontraron el espacio sagrado dañado, pero aún en pie: una frágil imagen del pueblo cubano.
El padre Dean habló no solo de las cicatrices del santuario, sino también del sufrimiento que lo rodea. «La gente lo ha perdido casi todo», dijo. «Estamos viviendo un momento muy doloroso». Para muchas familias, los daños a la basílica son personales: no es simplemente una iglesia, sino el corazón de su fe colectiva, el lugar donde generaciones se han arrodillado para orar por su país, sus familias y su futuro.
Cáritas Cuba ha movilizado esfuerzos de ayuda parroquiales en medio de los cortes de luz y la devastación generalizada. «Estamos trabajando para proporcionar alimentos, que es lo que podemos hacer en este momento», dijo el padre Dean, y agregó que la comunicación y el transporte siguen siendo difíciles en varias comunidades de la sierra. El brazo humanitario de la Iglesia informó de inundaciones masivas y desbordamientos de ríos en pueblos del este, que afectaron tanto a viviendas como a instituciones.
La Conferencia Episcopal Cubana emitió un mensaje de solidaridad, calificando el desastre como “un duro golpe que se suma a la ya difícil realidad cotidiana de nuestro pueblo”. Hicieron un llamado a los fieles, tanto en Cuba como en el extranjero, para que colaboraran con alimentos, ropa, ropa de cama y materiales para techos, “especialmente para los ancianos y quienes viven en soledad y tristeza”. Sus palabras transmitían compasión y una serena urgencia, un recordatorio de que en Cuba, la caridad ha sido durante mucho tiempo la forma más firme de resistencia de la Iglesia.
El Papa León XIV, dirigiéndose a los fieles durante su audiencia general en Roma el 29 de octubre, aseguró sus oraciones por las víctimas del huracán Melissa en Jamaica y Cuba, invocando el consuelo de María para los afligidos.
La Basílica de Nuestra Señora de la Caridad de El Cobre, a menudo llamada simplemente “El Cobre”, ha resistido guerras, convulsiones políticas y décadas de penurias. Su historia comenzó hace más de cuatro siglos, cuando tres pescadores descubrieron una pequeña estatua de madera de la Virgen María flotando en la bahía de Nipe, con la inscripción: “Soy la Madre de la Misericordia”. Desde ese momento, la devoción se extendió rápidamente. En el siglo XVII, se erigió un santuario en su honor; en 1916, el Papa Benedicto XV la proclamó patrona de Cuba.
Cada año, el 8 de septiembre, miles de peregrinos —creyentes, escépticos y patriotas por igual— ascienden al cerro hasta el santuario, portando velas, oraciones y, a veces, lágrimas. La Virgen de la Caridad, cariñosamente conocida como «Cachita», trasciende credos y clases sociales, uniendo a los cubanos de toda la isla y la diáspora.
En un país donde todo parece tan frágil, el pueblo cubano ha aprendido a reconstruir no solo con sus manos, sino también con sus corazones. Una vez más, la madre de la nación llama a sus hijos a hacer lo mismo.
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