Aborto y salud: ¿existen secuelas tras el aborto en las mujeres que lo practican?

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(ZENIT Noticias – Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia / Valencia, 07.11.2025).- Aunque algunos de ellos afirman no encontrar correlación clara, entre incremento de trastornos psiquiátricos o conductas adictivas en las mujeres que han abortado voluntariamente respecto de las que han dado a luz, si encuentran evidencias de un incremento en las secuelas relacionadas en mujeres que han abortado dos o mas veces (Gómez & Zapata, 2005) (Council of Representatives of the American Psychological Association (APA). , 2008) (Pedersen, 2008) (Taft & Watson, 2008) (Steinberg & Russo, 2008) (Academy of Medical Royal Colleges, National Collaborating Centre for Mental Health, 2011) (Munk-Olsen, Laursen, Pedersen, & al, 2011).

Aznar y Cerda afirman que en todos los estudios reseñados pueden existir sesgos metodológicos, entre los que pueden destacarse la posible existencia de grupos muestrales heterogéneos, la falta de seguimiento a largo plazo de las mujeres estudiadas en algunos ensayos, una inadecuada valoración de la historia médica de las mujeres, especialmente en lo que se refiere a sus circunstancias reproductivas y a su salud mental. También el distinto contexto en que se haya realizado el aborto, los posibles sesgos en la interpretación de los datos, especialmente condicionados por las características ideológicas de las personas o instituciones que hayan realizado el estudio, y el sentimiento de culpabilidad que la mujer pueda tener por haber abortado, que puede ser un factor influyente para que esta padezca trastornos psicológicos tras el acto abortivo.  (Aznar & Cerdá, Aborto y salud mental de la mujer, 2014).

Sin embargo, otros estudios, que utilizan muestras mayores y seguimientos más largos, sí establecen una relación causa-efecto entre la práctica de abortos y la aparición de distintos problemas de salud en las mujeres que los han padecido.

Entre ellos, cabe destacar el trabajo de Fergusson et al., que incluye una cohorte de 534 mujeres de las que nacieron 1.265 niños, en Christchurch, una región urbana de Nueva Zelanda, a los que se ha seguido desde su nacimiento hasta que cumplieron 30 años. (Fergusson, Horwood, & Boden, 2008).

Los autores llegan a las siguientes conclusiones:

  • Los abortos inducidos se asocian con un aumento de problemas mentales entre 1.86 y 7.08 veces superior al de las mujeres que no han abortado.
  • Los abortos naturales también se asocian a un modesto pero evidente aumento de problemas mentales, incremento que se podría cifrar entre 1.76 y 3.30 veces superior.
  • Los nacimientos ocurridos tras un embarazo no deseado o tras reacciones adversas durante el embarazo se asocian con un pequeño incremento en el riesgo de problemas mentales, excepto alcoholismo.
  • La asociación entre problemas mentales tras un embarazo normal es débil e inconsistente.
  • En las mujeres que han abortado, el riesgo de tener problemas de salud mental aumenta un 30% en relación con las que no lo han hecho.
  • Los trastornos de salud mental atribuibles al aborto representan entre el 1,5% y 5,5% de la totalidad de los trastornos mentales de las mujeres.

Otro trabajo, una revisión firmada por Coleman, evalúa todos los artículos publicados en lengua inglesa, publicados entre 1995 y 2009, de los que selecciona para su consideración final 22 artículos, 15 de Estados Unidos y 7 de otros países. (Coleman, Abortion and mental health: quantitative synthesis and analysis of research published 1995-2009, 2011).

En él se incluye un total de 877.181 mujeres, distribuidas en tres grupos: a) uno de mujeres sanas no embarazadas; b) otro de mujeres embarazadas sanas que han dado a luz un niño vivo normal y c) un tercero que incluye a 163.831 mujeres que han abortado.

Los autores llegan a las siguientes conclusiones:

  • Las mujeres que han abortado tienen un 81% más de probabilidades de padecer problemas mentales que las que no lo han hecho.
  • La posibilidad de sufrir problemas de ansiedad es en ellas un 34% mayor.
  • La posibilidad de sufrir depresión es un 37% mayor.
  • 110 % más posibilidades de caer en el alcoholismo.
  • Probabilidad 220% mayor de consumir marihuana.
  • El 10% de las mujeres que padecen algún trastorno de salud mental han abortado con anterioridad a la aparición de los síntomas clínicos.

Un equipo liderado por el mismo autor publicó otro estudio en 2017 que incluyó a 987 mujeres estadounidenses que respondieron una encuesta psicológica después de haberse sometido a un aborto. (Coleman, Boswell, Etzkorn, & Turnwald, 2017).

Se planteaba la siguiente cuestión: “¿Cuáles son los aspectos negativos más importantes, si los hay, que provienen de su decisión de abortar?”

Cabe destacar las siguientes conclusiones:

  • El 23.7% de los encuestados reconoció que el aborto había terminado con una vida humana.
  • 14.4% Depresión.
  • 14% Culpabilidad / remordimiento.
  • 12.4% odio a sí mismo / enojo consigo mismo / odio a sí mismo / sentimientos de inutilidad.
  • 10.9% de vergüenza.
  • 9% adicción, abuso de alcohol o drogas incluyendo alcoholismo.
  • 9.3% arrepentimiento.
  • 7.7% comportamientos autodestructivos incluyendo promiscuidad, autocastigo.
  • 7.6% baja autoestima.
  • 7.1% ansiedad / miedo.
  • 6,2% pensamientos suicidas / suicidas / querer morir / daño autoinfligido / riesgos peligrosos / intentos de suicidio.

Sin embargo, no todos fueron efectos negativos, como, por ejemplo:

  • El 17,5% dijo que habían experimentado un crecimiento espiritual.
  • 13.3% se había involucrado en el trabajo voluntario relacionado con la lucha contra el aborto.
  • 6.4% se habían convertido en activistas pro-vida.
  • 7.5% se había convertido al cristianismo.

Otro trabajo, publicado en la revista “European Journal of Public Health” en 2017,  establece que continuar el embarazo en adolescentes es un factor protector que reduce el riesgo de suicidio en un 50% y la muerte por otras causas en un 40%, afirmando textualmente que “el grupo que prosiguió con su embarazo hasta el parto mostró menores riesgos de suicidio (MRR ajustado 0,5, [IC 95%: 0,3-0,9]) y de muerte por lesiones e intoxicación (MRR ajustado 0,6, [IC 95%: 0,4-0,8]) en comparación con las mujeres que se habían sometido a un aborto.” (Jalanko, Leppälahti, Heikinheimo, & Gissler, 2017).

Este mismo año, un reciente trabajo publicado en la revista Journal of Psychiatric Research analiza la relación entre el aborto provocado y el riesgo a largo plazo de hospitalización por problemas de salud mental. (Auger, Healy-Profitós, Ayoub, Lewin, & Low, 2025 ).

Se trata de un estudio de cohorte retrospectivo de 28.721 abortos inducidos y 1.228.807 nacimientos en hospitales de Quebec, Canadá, entre 2006 y 2022. En comparación con otros embarazos, las tasas de hospitalización por trastorno psiquiátrico, trastorno por consumo de sustancias o intento de suicidio a lo largo del tiempo fue netamente superior en el caso de las mujeres que se habían sometido a un aborto provocado. Se realizó un seguimiento de las pacientes hasta 17 años tras el embarazo.

Los resultados mostraron que las tasas de hospitalización relacionada con la salud mental fueron más altas después de abortos inducidos que otros embarazos (104.0 frente a 42.0 por 10,000 personas-año). El aborto se asoció con la hospitalización por trastornos psiquiátricos (HR 1.81, IC 95% 1.72-1.90), trastornos por uso de sustancias (HR 2.57, IC 95% 2.41-2.75) e intentos de suicidio (HR 2.16, IC 95% 1.91-2.43) en comparación con otros embarazos. Las asociaciones fueron mayores para pacientes que tenían una enfermedad mental preexistente o eran menores de 25 años en el momento del aborto.

El estudio concluye que el aborto se asoció fuertemente con la hospitalización por salud mental dentro de los cinco años, observándose un descenso en el riesgo con el paso del tiempo.

Otros estudios han analizado la posible relación entre el historial de embarazos, abortos espontáneos y abortos provocados y el riesgo de sufrir determinados trastornos, así como las tasas de mortalidad en determinadas poblaciones de mujeres.

Una revisión sistemática, muy robusta estadísticamente, ha tratado de aglutinar estos estudios con el fin de extraer conclusiones representativas sobre la incidencia de los abortos, tanto espontáneos (“miscarriage”) como provocados (“terminations of pregnancy” (TOP))- en la frecuencia de aparición de determinados problemas de salud y tasas de mortalidad subsiguiente en las mujeres que han experimentado un embarazo, así como la posible relación entre el número de embarazos no finalizados y el incremento de estos riesgos en una misma mujer. (Reardon & Thorp, 2017).

El estudio ha seleccionado un total de 68 trabajos que han relacionado la tasa de embarazos que acaban en nacimientos y los que terminan en aborto, con la prevalencia de trastornos y mortalidad en las mujeres afectadas.

Del análisis de los datos ofrecidos en los diferentes trabajos seleccionados, los autores extraen la conclusión de que puede establecerse una correlación entre abortos, tanto espontáneos como provocados, e incremento en el riesgo de muerte o la aparición de determinados trastornos en las mujeres analizadas. Además, este riesgo parece ser dosis-dependiente, siendo significativamente mayor en aquellas mujeres que han tenido dos o más pérdidas en embarazos previos.

El riesgo de muerte durante el embarazo y en el año posterior al aborto se compara con el de aquellas mujeres que han dado a luz a un hijo vivo. En las mujeres que han sufrido un aborto provocado (TOP) este riesgo es un 170 % mayor respecto de las que han dado a luz a un hijo vivo. El riesgo es un 84 % mayor respecto de los partos a término en el caso de abortos espontáneos. Es decir, la pérdida de un hijo tras un aborto provocado presenta el doble de riesgo de muerte en el año posterior al mismo respecto del de un aborto espontáneo.

La comparación de los grupos que han sufrido abortos, espontáneos o provocados, con el de las mujeres que han dado a luz a hijos vivos, resulta también reveladora. Este metaanálisis muestra que la mortalidad de las mujeres que han sufrido un aborto, espontáneo o provocado, es más del doble de la de aquellas que han tenido un hijo vivo. Una vez más, el riesgo que presentan las mujeres que sufren un aborto provocado es netamente superior al del grupo que ha sufrido abortos espontáneos.

Algunas de las causas de muerte en estas mujeres son suicidio, accidentes u homicidio. Existe una correlación entre aborto e incremento en la aparición de conductas autodestructivas, que pueden estar detrás de las causas de muerte mencionadas. En un estudio de Reino Unido, se revela que un elevado porcentaje de muertes accidentales relacionadas, eran debidas a sobredosis de drogas.

Un resultado revelador de este metaanálisis es el efecto “protector” que parecen presentar los embarazos a término respecto del riesgo de muerte, siendo inferior en las mujeres que han sido madres respecto de las que no han tenido embarazos.

En cuanto a la posibilidad de una relación del número de abortos por mujer con su tasa de mortalidad posterior, este estudio muestra lo siguiente:

La ratio de tasa de mortalidad en mujeres que han tenido 3 o más abortos provocados es de 2.92 respecto del grupo de referencia correspondiente a mujeres que no han sufrido ninguno. Para dos abortos es de 2.14, siendo de 1.45 en el caso de un solo aborto. Estos datos son superiores a los del grupo de mujeres que han sufrido abortos espontáneos, que son, respectivamente de 2.51, 1.87 y 1.44.

En el caso de las mujeres que han dado a luz a hijos vivos, el riesgo es menor con respecto a las que no han quedado embarazadas, con ratios de 0.69 para las madres de 3 o más hijos, y 0.54 para las de dos. No existen datos estadísticamente significativos para las madres de un solo hijo.

Los autores revelan la dificultad para encontrar estudios que relacionen el riesgo de mortalidad subsiguiente a la práctica de abortos, manifestando que los esfuerzos por legalizar y extender las prácticas abortivas pueden estar dificultando la investigación y publicación de estudios que traten de establecer esta relación.

Por último, las mujeres que son coaccionadas para practicarse un aborto tienen un mayor riesgo de padecer serias complicaciones, incluidas las tendencias autodestructivas. Las cifras de suicidios, que son menores en las mujeres que han dado a luz, se disparan especialmente en aquellas que han sufrido abortos provocados, tal como muestra esta revisión.

Finalmente, un trabajo publicado en 2019 en la revista Front Neuroscience, ha evaluado objetivamente las consecuencias biológicas, fisiológicas y conductuales de la interrupción del embarazo inducida por fármacos en un modelo animal, ratas hembra Long-Evans.

Según concluyen los autores, este estudio es el primero que aborda los posibles efectos biológicos, conductuales y bioquímicos asociados con la interrupción del embarazo en un modelo animal. Además, los hallazgos de este estudio parecen respaldar la literatura actual sobre los beneficios de llevar un embarazo a término.

Afirman también la validez de este modelo como método objetivo para la investigación de los posibles efectos físicos (biológicos y fisiológicos) y conductuales de la interrupción inducida del embarazo.

Concluyen que sus hallazgos sugieren firmemente que la interrupción del embarazo a mitad del embarazo en el modelo animal, equivalente en humanos al primer trimestre) induce cambios biológicos y conductuales negativos significativos en la rata.

Del mismo modo, puede deducirse de sus resultados que existe una diferencia significativa entre la interrupción inducida del embarazo (aborto provocado) y el aborto natural. Por lo tanto, este estudio indica la importancia y la necesidad de realizar más investigaciones objetivas sobre el aborto provocado, incluyendo estudios a nivel fisiológico y neurofisiológico. Este trabajo puede ampliar nuestra comprensión y potencialmente arrojar cierta claridad sobre el potencial impacto bioconductual de tal procedimiento a nivel de la persona humana.

Debe añadirse que, dado que se trata de un modelo animal, los cambios negativos observados de manera objetiva asociados al aborto provocado no incluyen los posibles efectos relacionados con la culpabilidad o las creencias religiosas o actitudes morales, sino que obedecen exclusivamente a desequilibrios neurofisiológicos relacionados con el aborto provocado.

Conclusión

La inclusión del aborto provocado como un servicio relacionado con la salud reproductiva, como ocurre en muchos de los países en los que se legaliza, esconde, a la luz de estos resultados, una irresoluble contradicción. El aborto no solo resulta letal para el embrión o el feto contra el que se atenta, sino que induce objetivos efectos negativos psicológicos y fisiológicos, incluso de riesgo de muerte prematura, en la mujer que aborta. Debe recordarse que todos los estudios que han analizado el fenómeno coinciden en la agudización de estas secuelas en el caso de abortos repetidos.

Legalizar, amparar, promover o reconocer como derecho una práctica que lesiona al bebé y a su madre resulta injustificable en toda sociedad, pero más todavía cuando en la actualidad se acumulan datos que dan idea de la proporción del daño infligido.

Las consecuencias, especialmente negativas en casos de abortos provocados de repetición, en aumento especialmente en los países en que se legaliza, deberían hacer reflexionar tanto a la comunidad científica como a los organismos reguladores acerca de las nefastas consecuencias del aborto, que más allá de procurar la muerte de un inocente, multiplica los riesgos para la salud y la vida de las mujeres que lo practican. Esta información debe facilitarse indefectiblemente a las mujeres que deciden practicarse un aborto con el fin de que puedan ejercer su derecho de autonomía conociendo las consecuencias de sus decisiones, hoy no bien informadas o directamente omitidas en la información suministrada.

Debe subrayarse también la evidencia mostrada en estos trabajos acerca del efecto protector que tienen los embarazos a término sobre la salud y la esperanza de vida de las mujeres, tanto respecto de las que no tienen hijos como de las que sufren abortos.

Bibliografía:

Academy of Medical Royal Colleges, National Collaborating Centre for Mental Health. (2011). Induced abortion and mental health. A systematic review of the mental health outcomes of induced abortion, including their prevalence and associated factors. London.

Aznar, J., & Cerdá, G. (2014). Aborto y salud mental de la mujer. Acta bioeth, 20(2), 189-95. doi:doi.org/10.4067/S1726-569X2014000200006

Coleman, P. (2011). Abortion and mental health: quantitative synthesis and analysis of research published 1995-2009. The British Journal of Psychiatry, 199, 180-6.

Coleman, P., Boswell, K., Etzkorn, K., & Turnwald, R. (2017). Women Who Suffered Emotionally from Abortion: A Qualitative Synthesis of Their Experiences.. 2017;22(4):113-8.). Journal of American Physicians and Surgeons, 22(4), 113-8.

Council of Representatives of the American Psychological Association (APA). . (2008). Report on the Task Force on Mental Health and Abortion. Washington, DC.

Fergusson, D., Horwood, L., & Boden, J. (2008). Abortion and mental health disorders: evidence from a 30-year longitudinal study. British Journal of Psychiatry, 193, 444-51.

Gómez, C., & Zapata, R. (2005). Categorización diagnóstica del síndrome post aborto. Actas Españolas de Psiquiatría, 33, 267-72.

Jalanko, E., Leppälahti, S., Heikinheimo, O., & Gissler, M. (2017). Increased risk of premature death following teenage abortion and childbirth–a longitudinal cohort study. European journal of public health., 27(5), 845-9.

Munk-Olsen, T., Laursen, T., Pedersen, C., & al, e. (2011). Induced first-trimester abortion and risk of mental disorder. New England Journal of Medicine. 364, 332-9.

Pedersen, W. (2008). Abortion and depression. A population-based longitudinal study of young women. Scandinavian Journal of Public Health, 36, 424-8.

Reardon, D., & Thorp, J. (2017). Pregnancy associated death in record linkage studies relative to delivery, termination of pregnancy, and natural losses: A systematic review with a narrative synthesis and meta-analysis. SAGE open medicine, 5:2050312117740490. doi:10.1177/2050312117740490

Steinberg, J., & Russo, N. (2008). . Abortion and anxiety. What’s the relationship? Social Science and Medicine, 67, 238-52.

Taft, A., & Watson, L. (2008). Depression and termination of pregnancy (induced abortion) in a national cohort of young Australian women: the confounding effect of women’s experience of violence. BMC Public Health, 8, 75.

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