(ZENIT Noticias / Castelgandofo, 05.11.2025).- Tras un día de descanso en la villa papal de Castel Gandolfo, el Papa León XIV salió de Villa Barberini, bajo el resplandor de las cámaras. Era martes, 4 de noviembre, fecha que coincidía con el Día de las Fuerzas Armadas de Italia, un acontecimiento que el Papa decidió honrar de inmediato. «Un país tiene derecho a mantener sus fuerzas armadas», dijo, haciendo una pausa ante una fila de micrófonos. «Pero con un solo propósito: defender la paz y construirla».
A partir de esta sencilla premisa —la paz como escudo y tarea— se desarrolló una conversación que abarcó continentes y crisis, mencionando Venezuela, Oriente Medio, Estados Unidos e incluso la dignidad de los trabajadores. Fue un diálogo improvisado, pero que reveló una vez más la capacidad del pontífice para interpretar los signos de los tiempos con precisión moral y realismo pastoral.
Dirigiéndose primero a América Latina, el Papa expresó su preocupación por la creciente tensión entre Estados Unidos y Venezuela, donde los despliegues navales y las operaciones antidrogas han generado rumores de una “nueva guerra fría” en el Caribe. “La violencia nunca vence”, afirmó con serena gravedad. “Acabo de leer sobre buques que se acercan a las costas venezolanas. El camino correcto, siempre, es el diálogo: encontrar soluciones justas a los problemas que enfrenta cualquier nación”. Sus palabras, sencillas pero deliberadas, transmitían la contundencia de un pastor que insta a la diplomacia sobre la disuasión, a la persuasión sobre el poder.
La atención se centró poco después en Oriente Medio, donde la reanudación de la violencia en Gaza y las provocadoras incursiones de colonos en Cisjordania han puesto en riesgo una tregua ya de por sí frágil. “El alto el fuego es delicado”, observó León XIV, señalando que al menos la primera fase del acuerdo de paz del 10 de octubre seguía vigente. “Ahora debemos mirar hacia la segunda etapa: cómo estructurar la gobernanza, cómo garantizar los derechos de todos los pueblos”. Habló con franqueza sobre las complejidades de la región, reconociendo las contradicciones entre las promesas de Israel y sus acciones. «Es un tema verdaderamente complejo», dijo, «pero debemos seguir trabajando juntos por la justicia, justicia para todos».
La atención del pontífice se centró entonces en su país natal, Estados Unidos, donde la Arquidiócesis de Chicago se ha visto envuelta en una controversia después de que las autoridades locales prohibieran a los sacerdotes católicos dar la comunión a los migrantes detenidos. Su respuesta fue firme, pero a la vez pastoral. «El papel de la Iglesia es predicar el Evangelio», dijo, citando Mateo 25: «Al final de los tiempos, se nos preguntará: ¿Cómo recibieron al extranjero? ¿Lo recibieron o no?». Exhortó a las autoridades a considerar no solo los derechos legales, sino también los espirituales de los detenidos. «Invito a las autoridades», dijo, «a permitir que los agentes pastorales atiendan a estas personas. Muchos han estado separados de sus familias durante largos periodos; nadie sabe lo que sufren. Pero sus necesidades espirituales deben ser respetadas».
Tras hablar de la dignidad humana, el Papa abordó otra dimensión: el mundo del trabajo. En vísperas del Jubileo del Trabajo, lamentó el creciente número de muertes en el ámbito laboral, citando el reciente fallecimiento de un obrero de la construcción de 66 años en el derrumbe de la Torre dei Conti en Roma. «La voz de la Iglesia defiende los derechos humanos», afirmó. «Debemos trabajar juntos. Toda persona tiene derecho a un trabajo digno, un trabajo que le permita mantener a su familia con dignidad». Añadió que el Jubileo no debe ser una conmemoración abstracta, sino «un signo de esperanza, un momento para unir nuestros esfuerzos en la búsqueda de soluciones reales, no solo para comentar los problemas».
Al concluir el breve encuentro, formuló una última pregunta: el caso de Marko Ivan Rupnik, el ex artista jesuita acusado de abuso por varias religiosas. Sus mosaicos, otrora aclamados, ahora generan controversia en numerosas iglesias e instituciones. «Por respeto a quienes han denunciado su sufrimiento, muchas obras han sido cubiertas o retiradas», reconoció el Papa. «Estamos al tanto de este asunto».
Confirmó que recientemente se había iniciado un nuevo proceso canónico. «Se han designado jueces, pero los procesos judiciales llevan tiempo», explicó. «Sé que es difícil para las víctimas que se les pida paciencia. Sin embargo, la Iglesia debe respetar los derechos de todas las personas. La presunción de inocencia también se aplica en este caso. Esperamos que este proceso traiga claridad y justicia a todos los involucrados».
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