(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 08.11.2025).- El sábado 8 de noviembre el Papa León XIV presidió la audiencia general en la Plaza de San Pedro. Se trató una de las audiencias extraordinarias en ocasión del Jubileo 2025. Debido a que ese fin de semana tuvo lugar el “jubileo de los trabajadores”, la presencia de peregrinos en la audiencia general fue especialmente alta. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano de la catequesis del Papa durante esta audiencia jubilar del sábado:
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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
La esperanza del Jubileo nace de las sorpresas de Dios. Dios es diferente de lo que estamos acostumbrados a ser nosotros. El Año Jubilar nos impulsa a reconocer esta diferencia y a traducirla en la vida real. Por eso es un Año de gracia: ¡podemos cambiar! Lo pedimos siempre, cuando rezamos el Padrenuestro y decimos: «Como en el cielo, así en la tierra».
San Pablo escribe a los cristianos de Corinto invitándoles a darse cuenta de que entre ellos la tierra ya ha comenzado a parecerse al cielo. Les dice que consideren su llamada y vean cómo Dios ha acercado a personas que de otro modo nunca se habrían frecuentado. Los más humildes y menos poderosos se han vuelto ahora valiosos e importantes (cf. 1 Cor 1, 26-27). Los criterios de Dios, que siempre comienza por los últimos, ya en Corinto son un «terremoto» que no destruye, sino que despierta al mundo. La palabra de la Cruz, de la que Pablo da testimonio, despierta la conciencia y despierta la dignidad de cada uno.
Queridos hermanos y hermanas, esperar es dar testimonio: dar testimonio de que todo ha cambiado ya, de que nada es como antes. Por eso hoy quisiera hablaros de un testigo de la esperanza cristiana en África. Se llama Isidore Bakanja y desde 1994 figura entre los Beatos, patrón de los laicos en el Congo.
Nacido en 1885, cuando su país era una colonia belga, no asistió a la escuela, porque no había ninguna en su ciudad, pero se convirtió en aprendiz de albañil. Se hizo amigo de los misioneros católicos, los monjes trapenses: ellos le hablaron de Jesús y él aceptó seguir la instrucción cristiana y recibir el Bautismo, alrededor de los veinte años. A partir de ese momento, su testimonio se hizo cada vez más luminoso. Esperar es dar testimonio: cuando damos testimonio de la vida nueva, la luz aumenta incluso en medio de las dificultades.
De hecho, Isidoro se encuentra trabajando como jornalero agrícola para un patrón europeo sin escrúpulos, que no soporta su fe y su autenticidad. El patrón odiaba el cristianismo y a los misioneros que defendían a los indígenas contra los abusos de los colonizadores, pero Isidoro llevó hasta el final su escapulario al cuello con la imagen de la Virgen María, sufriendo todo tipo de maltratos y torturas, sin perder la esperanza. Esperar es dar testimonio. Isidoro muere, declarando a los padres trapenses que no sienten rencor, sino que promete rezar incluso en el más allá por quienes lo han reducido a tal estado.
Esta es, queridos hermanos y hermanas, la palabra de la Cruz. Es una palabra vivida, que rompe la cadena del mal. Es un nuevo tipo de fuerza, que confunde a los soberbios y derriba de sus tronos a los poderosos. Así surge la esperanza. Muchas veces las antiguas Iglesias del norte del mundo reciben de las Iglesias jóvenes este testimonio, que impulsa a caminar juntos hacia el Reino de Dios, que es Reino de justicia y de paz. África, en particular, pide esta conversión, y lo hace regalándonos tantos jóvenes testigos de la fe. Esperar es dar testimonio de que la tierra puede realmente parecerse al cielo. Y este es el mensaje del Jubileo.
Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.
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