(ZENIT Noticias / Cracovia, 22.12.2025).- Tras años de constante declive y el impacto disruptivo de la pandemia, la Iglesia católica en Polonia parece estar entrando en una fase de cautelosa estabilización, al menos los domingos. Nuevos datos publicados en diciembre por el propio instituto de estadística de la Iglesia sugieren que la prolongada caída en la asistencia a misa se ha detenido, incluso mientras las profundas presiones demográficas y culturales continúan transformando la vida católica en todo el país.

Según la edición de 2024 del Annuarium Statisticum Ecclesiae in Polonia, el 29,6 % de los católicos polacos con derecho a asistir a misa lo hicieron en un domingo promedio el año pasado. La cifra representa un aumento modesto, pero simbólicamente significativo, de poco más de medio punto porcentual en comparación con 2023. Un patrón similar se observó en la recepción de la Sagrada Comunión, que aumentó al 14,6 % de los católicos con derecho a asistir, un ligero aumento con respecto al año anterior.

Para Marcin Jewdokimow, director del Instituto de Estadística de la Iglesia Católica, estos aumentos paralelos apuntan menos a un resurgimiento que a una consolidación de hábitos tras los años excepcionales de la COVID-19, cuando el culto público se vio drásticamente restringido. La Iglesia pospandémica, sugirió en una conferencia de prensa en Varsovia, podría finalmente estar encontrando su nuevo punto de partida.

Sin embargo, ese punto de partida se mantiene muy por debajo de las normas prepandémicas. Antes de la COVID-19, más de un tercio de los católicos polacos asistían a misa semanalmente y casi uno de cada seis recibía la comunión. En comparación, las cifras actuales subrayan cuánto terreno se ha perdido y lo difícil que puede ser recuperarlo.

Por debajo de los promedios nacionales se encuentran marcados contrastes regionales. La asistencia sigue siendo mayor en las diócesis del este y el sureste, donde la práctica religiosa está estrechamente ligada a la vida rural y la tradición familiar. En el oeste de Polonia, marcado histórica y culturalmente por su proximidad a Europa Occidental, los niveles de participación son consistentemente más bajos. La brecha de género también persiste: las mujeres representaron casi seis de cada diez asistentes a misa en 2024, lo que continúa un desequilibrio de larga data en la vida parroquial.

Un indicador llamativo complica el panorama. Si bien menos polacos asisten a misa en general, quienes asisten son cada vez más propensos a acercarse al altar. Casi la mitad de los fieles dominicales (el 49,5 %) recibieron la Sagrada Comunión el año pasado, un aumento considerable en comparación con hace una década. Para los funcionarios de la Iglesia, esto sugiere un núcleo más pequeño pero más activo, incluso a medida que la afiliación nominal se debilita.

Si la práctica dominical muestra signos de estabilización, el panorama sacramental en general presenta una historia más desalentadora. Los bautismos volvieron a caer en 2024, con una caída del 7,5 % en un solo año. Las primeras comuniones disminuyeron ligeramente, las confirmaciones cayeron drásticamente y las bodas religiosas continuaron su prolongado declive. Menos de 70 000 parejas se casaron sacramentalmente el año pasado, una cifra impensable hace una generación.

Jewdokimow relacionó estas tendencias directamente con el colapso demográfico de Polonia y con el cambio en las normas culturales. Las tasas de natalidad han caído a mínimos históricos, y los estadísticos proyectan una disminución de la población de ocho millones de personas para mediados de siglo si persisten los patrones actuales. Al mismo tiempo, el matrimonio y los ritos religiosos compiten cada vez más con opciones de vida alternativas que tienen poca referencia institucional o sacramental.

Estas presiones también están transformando la infraestructura humana de la Iglesia. El número de sacerdotes diocesanos ha disminuido de forma constante desde 2018, y el clero parroquial ha disminuido a un ritmo aún más rápido. Los seminarios siguen disminuyendo, y tanto las congregaciones religiosas masculinas como femeninas registraron nuevas pérdidas en 2024. El modesto crecimiento de los diáconos permanentes —que aún superan el centenar en todo el país— solo compensa parcialmente la menguante presencia clerical.

La educación, durante mucho tiempo un pilar de la influencia católica en la sociedad polaca, está experimentando su propia transformación. La participación en las clases de religión en las escuelas públicas volvió a disminuir durante el curso académico 2024-2025, continuando una tendencia a la baja especialmente pronunciada en las grandes ciudades. Si bien tres cuartas partes del alumnado permanece matriculado en todo el país, la erosión es innegable, especialmente entre las familias urbanas.

Las tensiones con el Estado han agudizado este problema. Los obispos polacos reaccionaron enérgicamente a la decisión del gobierno de reducir a la mitad el número de clases de religión financiadas con fondos públicos, denunciando la medida como ilegal y una violación del concordato con la Santa Sede. La disputa se ha convertido en un punto álgido de un debate más amplio sobre el papel de la Iglesia en una sociedad que se moderniza a un ritmo mayor que el de sus instituciones.

En conjunto, las últimas estadísticas muestran una Iglesia en una encrucijada. El temido colapso pospandémico del culto dominical no se ha materializado, pero tampoco se ha producido una recuperación significativa. Lo que está surgiendo, en cambio, es un patrón de participación más reducido y selectivo, que desafía las antiguas suposiciones sobre Polonia como la excepción católica de Europa.

Que este frágil equilibrio pueda perdurar dependerá menos de fluctuaciones de corto plazo que de cómo la Iglesia responda al declive demográfico, al cambio cultural y a las expectativas de una nueva generación para la que la práctica religiosa ya no es un hecho, sino una elección.

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