China reconoce a primer obispo nombrado por Papa León XIV para diócesis china

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(ZENIT Noticias / Pekín, 13.06.2025).- El 11 de junio, el obispo Giuseppe Lin Yuntuan —hasta ahora un obispo considerado «clandestino» que operaba sin la aprobación del estado— fue reconocido formalmente por las autoridades chinas como obispo auxiliar de Fuzhou.

El evento, celebrado en la festividad litúrgica de San Bernabé, marca el primer nombramiento episcopal en China bajo el nuevo pontificado del papa León XIV y se interpreta como una señal cautelosamente optimista de la creciente colaboración entre Roma y Pekín en virtud de su Acuerdo Provisional sobre el nombramiento de obispos.

Durante décadas, el obispo Lin ha transitado por el complejo terreno de la vida eclesial en China, ejerciendo su ministerio discretamente en una compleja realidad dual: una Iglesia leal al Vaticano, pero no reconocida por el estado chino, y otra oficialmente sancionada, pero históricamente considerada por muchos católicos como comprometida. Su reconocimiento como obispo auxiliar marca no solo una transición personal, sino una convergencia simbólica de estos dos mundos paralelos.

El Vaticano confirmó el nombramiento de Lin el 5 de junio, pocos días antes de la ceremonia. Se realizó, según la Santa Sede, «en el contexto del diálogo sobre la implementación del Acuerdo Provisional entre la Santa Sede y la República Popular China». La investidura episcopal fue presidida por el obispo Vincenzo Zhan Silu de Mindong, quien en su momento se situó a caballo entre la Iglesia clandestina y la Iglesia autorizada por el Estado. Estuvo acompañado por numerosos funcionarios eclesiásticos y gubernamentales, lo que demostró el consenso mutuo entre ambas partes de la división político-religiosa.

Durante el evento, el obispo Lin hizo una declaración pública de lealtad a la constitución china y expresó su deseo de contribuir a fomentar la armonía entre la Iglesia y el Estado. Sus palabras se alinearon estrechamente con la política china de «sinización», que busca alinear la práctica religiosa con la cultura y los ideales políticos nacionales. Sin embargo, para quienes conocen las implicaciones más profundas, el mensaje también sugirió un equilibrio cauteloso entre la lealtad a Roma y el cumplimiento de las normas chinas.

El obispo Lin, que ahora tiene 73 años, ha servido a la Iglesia en Fujian durante más de cuatro décadas. Tras comenzar sus estudios en el seminario poco después del fin de la Revolución Cultural, fue ordenado sacerdote en 1984 y dedicó la mayor parte de su carrera a párroco, profesor de seminario y administrador diocesano. Su ordenación episcopal, llevada a cabo discretamente en 2017, había permanecido oculta por las autoridades estatales hasta la fecha.

La ceremonia oficial fue seguida por una celebración eucarística presidida por el obispo Giuseppe Cai Bingrui, quien recientemente asumió la jefatura de la diócesis de Fuzhou tras su traslado desde Xiamen en enero. Tanto Xiamen como Fuzhou son importantes diócesis de la costa sureste de China, y la reorganización de su liderazgo refleja tanto la planificación estratégica del Vaticano como la gradual maduración de sus negociaciones con las autoridades chinas. Cabe destacar que el propio traslado del obispo Cai también recibió un doble reconocimiento, algo cada vez más frecuente desde que el Vaticano y China firmaron el Acuerdo Provisional en 2018. Aunque los términos completos del acuerdo siguen sin revelarse, supuestamente permite que el Papa tenga la última palabra en los nombramientos de obispos, mientras que el gobierno chino conserva un papel clave en el proceso de nominación. Si bien los críticos argumentan que el pacto concede demasiada autoridad a Pekín, sus partidarios lo ven como un camino a seguir tras décadas de división, ambigüedad y persecución.

En Roma, el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, celebró el reconocimiento del obispo Lin como un resultado tangible del diálogo continuo. «Es un fruto más de los esfuerzos entre la Santa Sede y las autoridades chinas y representa un paso significativo hacia la plena comunión eclesial en la diócesis de Fuzhou», declaró.

Mientras tanto, en Pekín, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino adoptó un tono igualmente positivo. En respuesta a preguntas sobre la instalación, el portavoz del ministerio, Lin Jian, enfatizó el “diálogo constructivo” entre los dos estados y expresó la disposición de Beijing “a continuar mejorando las relaciones entre China y el Vaticano”.

El optimismo en torno al evento se ve atenuado por la delicada naturaleza de la vida de la Iglesia en China, donde las tensiones entre la lealtad a Roma y la fidelidad al Partido Comunista no han desaparecido. Si bien el reconocimiento público de obispos como Lin Yuntuan puede ayudar a superar las diferencias, muchos clérigos y fieles aún operan en la sombra, cautelosos ante los cambios políticos.

Sin embargo, para la comunidad católica de Fujian, el reconocimiento de Lin es un momento de alivio y esperanza. Tras décadas de servicio semiclandestino, su obispo ahora cuenta con la bendición de Roma y la capacidad legal para servir sin temor. El impacto general de este evento está por verse, pero podría marcar el comienzo de un futuro más estable y unificado para la Iglesia en China, uno donde la clandestinidad ya no significa pasar desapercibida.

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