(ZENIT Noticias / Saint Paul, 02.07.2025).- Un nuevo estudio revela que la Iglesia Católica de Minnesota no es solo una presencia espiritual, sino un motor económico que aporta más de $5 mil millones anuales a la economía del estado. Los hallazgos desafían las suposiciones arraigadas sobre el costo de la religión para la vida pública y arrojan luz sobre el papel, a menudo ignorado, de la Iglesia en áreas que abarcan desde la educación y la atención médica hasta el empleo y el turismo.
La investigación, titulada «Frutos de la Vid: El Impacto Económico de la Iglesia Católica«, fue realizada por académicos de la Universidad de Colorado en colaboración con el Instituto de Investigación Política de la Universidad Católica de América. Su análisis presenta una visión integral de cómo una comunidad de fe, a menudo vista únicamente a través del prisma del culto, extiende su influencia profundamente en el tejido económico de un estado donde los católicos representan solo una cuarta parte de la población.
Minnesota alberga una arquidiócesis católica, la de San Pablo, y seis diócesis que abarcan más de 800 parroquias. A pesar de su modesto tamaño en comparación con países con una fuerte presencia católica como Italia, el alcance de la Iglesia aquí es amplio: dos seminarios, una universidad católica, 79 escuelas primarias y 16 escuelas secundarias conforman la base de su infraestructura educativa.
El estudio desglosa el impacto económico de $5.4 mil millones de la Iglesia en varios componentes clave:
* Las instituciones de salud administradas o afiliadas a la Iglesia generan $3.2 mil millones anuales, a menudo sirviendo a comunidades donde los servicios públicos se ven limitados.
* Las instituciones educativas católicas contribuyen con otros $1.45 mil millones, tanto a través del empleo directo como del impacto económico de las operaciones escolares.
* Los servicios caritativos y las iniciativas impulsadas por voluntarios inyectan $80 millones a la economía local, ayudando a las poblaciones vulnerables y aliviando la carga de los servicios estatales.
* Los eventos religiosos y el turismo religioso contribuyen con $56 millones, atrayendo visitantes para peregrinaciones, retiros y conferencias.
* Los proyectos de construcción liderados por la Iglesia, incluyendo nuevos edificios y renovaciones, generan $57 millones, y los contratos generalmente se adjudican a empresas locales.
Este rol multidimensional subraya la función de la Iglesia no solo como guía moral, sino también como proveedora de servicios esenciales, especialmente en zonas donde la capacidad estatal es limitada. El informe enmarca esta actividad a través del principio de subsidiariedad —piedra angular de la doctrina social católica—, que enfatiza que las instituciones más cercanas a la persona deben ocuparse de los asuntos que mejor puedan gestionar.
Lejos de ser una carga para los fondos públicos, argumenta el estudio, la Iglesia Católica actúa como socia en el desarrollo social, interviniendo donde los gobiernos a menudo fallan. Sus instituciones educan a miles de personas, emplean a la población local, brindan atención médica a comunidades marginadas y preservan la cohesión social mediante la caridad.
Esta investigación llega en un momento en que los debates públicos sobre el papel de la religión suelen estar polarizados. Los debates sobre el «costo» de las iglesias —antiguamente un elemento fijo del discurso secularista europeo— se han apaciguado, pero no han desaparecido. En ese contexto, los datos empíricos que muestran un beneficio económico neto ayudan a replantear cómo la sociedad podría evaluar la presencia de las organizaciones religiosas en la vida pública.
El caso de Minnesota es particularmente impactante dada la diversidad religiosa del estado y su demografía católica moderada. Ofrece una visión de cómo una institución bien organizada e impulsada por una misión puede aprovechar cifras relativamente modestas para lograr un impacto sustancial en el mundo real. Para una Iglesia a menudo escudriñada por sus afirmaciones espirituales, las cifras ahora hablan con claridad económica.
En definitiva, el informe es menos una defensa de la religión que un estudio de caso sobre lo que sucede cuando la fe se materializa no solo en palabras, sino en hechos: en nóminas, presupuestos escolares y libros contables de hospitales. Independientemente de si uno se sienta en las bancas o no, parece que los minnesotanos, consciente o inconscientemente, están cosechando los frutos.
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