(ZENIT Noticias / San Bernardino, 10.07.2025).- El obispo Alberto Rojas, de la Diócesis de San Bernardino, anunció el 8 de julio una dispensa formal que libera a los católicos de la obligación de asistir a la misa dominical si hacerlo pudiera poner en peligro su seguridad por temor a redadas migratorias.
El decreto, emitido pocas semanas después de que agentes federales detuvieran a personas en las instalaciones de dos parroquias católicas locales, marca una inusual intervención en el antiguo requisito del derecho canónico para el culto dominical. Es el primer caso conocido de una diócesis católica estadounidense que otorga tal exención explícitamente vinculada a la aplicación de las leyes migratorias.
La dispensa, aunque temporal, aborda lo que el obispo Rojas describió como «preocupaciones reales y crecientes» entre los feligreses, en particular los inmigrantes indocumentados, que ahora dudan en asistir a misa por temor a ser perseguidos por las autoridades.
El 20 de junio, agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) presuntamente detuvieron a hombres en el estacionamiento de la iglesia de Santa Adelaida en Highland y arrestaron a otro individuo mientras realizaba trabajos de jardinería en la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes en Montclair. Según un portavoz diocesano, los arrestos —confirmados como los primeros de este tipo en propiedades católicas— han generado una oleada de ansiedad en las congregaciones locales.
La diócesis de San Bernardino, que abarca a casi un millón de católicos en el Inland Empire del sur de California, es una de las más grandes del país. Entre sus feligreses se encuentra un número significativo de inmigrantes, muchos de los cuales ahora ven las propiedades de la iglesia —consideradas durante mucho tiempo un lugar de refugio— con renovada aprensión.
Mientras que otras comunidades cristianas han impugnado estas redadas en los tribunales, argumentando que violan las protecciones constitucionales de la libertad religiosa, los líderes católicos, en general, han optado por una vía más discreta. Sin embargo, ese silencio parece estar dando paso a respuestas más directas, al menos a nivel diocesano.
El obispo Rojas, en su carta pastoral que acompaña al decreto, animó a quienes se abstienen de asistir a misas presenciales a mantener su vida espiritual mediante la oración, la lectura de las Escrituras, las prácticas devocionales y la participación virtual en las liturgias. La medida recuerda a dispensas similares emitidas durante la pandemia de COVID-19, aunque en esta ocasión la amenaza percibida no proviene de un virus, sino de la acción del gobierno.
“No se trata de desafiar a las fuerzas del orden”, aclaró Rojas en una declaración anterior. “Reconocemos el papel de los agentes de inmigración en la protección del público contra la delincuencia violenta. Sin embargo, los arrestos realizados en propiedades parroquiales no fueron selectivos ni justificados. Fueron indiscriminados y han conmocionado a nuestra gente”.
Si bien el Departamento de Seguridad Nacional mantuvo una política de décadas de antigüedad que consideraba los lugares de culto como lugares sensibles —excluidos de las acciones de seguridad sin circunstancias extraordinarias—, esa directriz no oficial se suspendió de hecho durante la administración Trump. Si bien los litigios han limitado algunos de esos cambios desde entonces, las protecciones legales siguen siendo fragmentadas y, a menudo, dependen de fallos judiciales vinculados a demandantes específicos.
La dispensa formal de la Diócesis de San Bernardino está siendo seguida de cerca por otras diócesis que lidian con temores similares. En mayo, la Diócesis de Nashville emitió un recordatorio pastoral indicando que los católicos no están obligados a asistir a misa si hacerlo pone en peligro su seguridad, pero no llegó a emitir un decreto formal. San Bernardino ahora sienta un nuevo precedente.
Queda por ver cuánto durará esta dispensa. El obispo Rojas fue cuidadoso al afirmar que la exención permanecerá vigente «hasta que las circunstancias que la motivaron se resuelvan lo suficiente». Mientras tanto, hizo un llamado a la solidaridad continua con los vulnerables y a un renovado compromiso con el llamado del Evangelio a la hospitalidad.
“Cristo nos enseñó a acoger al forastero”, escribió Rojas. “En estos tiempos inciertos, también debemos proteger la dignidad de quienes acuden a la Iglesia buscando refugio, no solo de las cargas de la vida, sino del miedo mismo”.
En las bancas, ese mensaje es a la vez tranquilizador y desconcertante. Por ahora, la Diócesis de San Bernardino está caminando sobre una delicada línea entre la obligación sacramental y la protección pastoral, una línea que podría volverse más familiar a medida que la aplicación de las leyes migratorias y la libertad religiosa continúan colisionando.
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