Lo que un sacerdote misionero aprendió de Santa Teresa del Niño Jesús

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(ZENIT Noticias – OMPress / Madrid, 07.10.2025).- Las Obras Misionales Pontificias han entrevistado al padre Lorenzo Pavec, un sacerdote francés que ha sido misionero en Argentina y Chile y que, ahora, se encuentra estudiando en España. Habla de lo que significa ser misionero y de lo que aprendió de la Patrona de las Misiones, antes de partir a la misión.

“Tengo un recorrido poco común, bastante atípico. Desde el principio sentí un llamado a la misión. Hice mi formación en Francia, después me ordené en Argentina, en la Catedral Metropolitana de Paraná, una ciudad a 500 kilómetros al norte de Buenos Aires, en la provincia de Entre Ríos. He vivido allí ocho años, después me fui a Chile, a Santiago, también con algunas misiones, parte en Valparaíso y en algunas zonas alrededor.

Después regresé a Europa, pero sentía, tras todos estos años de misión, porque también había ido antes como laico a Colombia, que necesitaba un tiempo de formación, así que he pedido a mi obispo tomar un año de formación permanente después de 23 años de sacerdocio. Me gustó un programa de la Universidad San Dámaso, así que seguí este programa que se llama ‘La Teología de la Santidad’.

La primera vez que me fui de misión como laico a Colombia, mi director espiritual me dijo: ‘antes de irte a Misión tómate un día de oración realmente para confiar tu misión’. Como vivía entonces cerca de París, y no está lejos, tomado el tren una hora y media, fue mi primer encuentro con Santa Teresita en su Santuario (de Lisieux). Es un santuario enorme, no tan bello porque es barroco, pero un lugar bello. Se ve el monasterio, el Carmelo, la casa donde ella vivió y todo este santuario. Y fue un momento muy bello. No digo que fue un momento con apariciones, cosas… pero con la sencillez y el silencio de la oración. Fue como si ella me volviera a decir el porqué me iba de misión. Porque cuando decidí irme de misión, al principio había varias opciones: una colaboración humanitaria, había programas o trabajar, porque había hecho una formación financiera. Tenía antes una experiencia en el banco, pero me vino a la mente ¿qué es lo que yo puedo brindar a la gente? Y poco a poco rezando… Mi cultura francesa obviamente es muy bella, pero me voy a encontrar con una cultura tan bella. Además, soy bretón, muy apegado a mi cultura, pero con un poco de humildad… No fueron mis conocimientos económicos. También hay personas muy brillantes. Y poco a poco, siguiendo esta meditación, voy a brindar lo mejor que he recibido en mi vida y lo mejor que he recibido en mi vida, ha sido mi fe y el amor de mis padres, de mi entorno, de mis padres, de mi familia.

Porque tuve la gracia y el privilegio de vivir una familia hermosísima, con mucho amor. Y dije: Es esto lo que puedo ofrecer. Y Santa Teresita era como recordarme que era esto. Para eso vas, a dar todo lo que el Señor te da. Porque la fe que el Señor te ha dado, porque es un don, y todo el amor. La misericordia que fue derrochada en tu vida a través de todos tus seres queridos, entre otros. Y después esta dimensión de contemplación muy importante, porque sabía que no se necesitaba un Lorenzo más, un francés más, sino alguien que quería buscar a Dios. Y ella estando en su monasterio como patrona de la misión, me recordaba que es desde la oración, desde el principio y durante, que podrás vivir una cierta fecundidad en tu misión.

De una manera o de otra, vamos a la misión por generosidad, para dar. Y rápidamente el Señor me ha mostrado que, si sigues la misión, es porque has reconocido que vives una experiencia de misericordia del Señor. Que fuiste elegido por pura misericordia, no porque eres generoso, no apoyándote sobre tu poca probable generosidad, sino sobre la escandalosa fidelidad de Cristo, si podemos decirlo así.

Para ser sincero, cuando surgió mi vocación, al principio sentía una vocación más a laico consagrado. Otra figura es Carlos de Foucauld, otro misionero que buscaba el último puesto. La figura de sacerdote me asustaba o no me entusiasmaba. Justamente porque no entendía cómo se podía vivir este último puesto como sacerdote.

Pero Santa Teresita me ayudó a entender la grandeza del misterio eucarístico y de la confesión. Y no es, primeramente, ser líder, sino dar sacramentos. Fue ella con su amor a la Eucaristía, su amor a la confesión, la manera que expresa esto que me ayudó a entender que el Señor me invitaba a ser sacerdote. Y estoy infinitamente agradecido por ello. También este tema de de constante misericordia, de vivir de la gracia. Como ella dice, es buscar la santidad. Me gusta mucho este pasaje de ella, de buscar la santidad. Ella decía que, en este mundo moderno, en las casas de los ricos, estamos hablando del principio del siglo XX, hay ascensores para subir las escaleras. Bueno, ‘mi ascensor para la santidad es Jesús’. Es decir, toda esta teología de dejarse santificar, modelar, atrapar por el amor de Cristo y ser quien lo hace en nosotros, es nuestra pequeña disponibilidad que lo permite.

Y la misión que yo acompañaba y era más que todo el estar con la gente y más que todo en zona muy humilde, muy pobre. Y era darme cuenta que la primera sed de nuestros amigos, era que alguien esté en este barrio. Entonces yo acompañaba, lo había hecho como voluntario, y lo hice como sacerdote, a la vez de tener, vamos a decir, un trabajo parroquial clásico, pero igual con otro idioma. Y es verdad que el hecho de estar extranjero siempre atrae más, por el acento. Después vi que en marketing también a veces hacer publicidad con un acento extranjero y poner los subtítulos, se demostró que la gente escucha más. Entonces esta ventaja. Pero más allá de llegar y la gente estaba muy tocada porque, de hecho, salir de su tierra es un cierto sacrificio. Muchas personas lo valoraban y cuando mis padres vinieron, todas las personas de la parroquia decían: ‘ustedes nos han ofrecido su hijo tres, cuatro años’, y estaban conmovidas del sacrificio también de mis padres de dejar a su hijo. Entonces es un trabajo parroquial.

Pero el otro era acompañar jóvenes que vivían en estos lugares y visitar y estar presente. Porque el sufrimiento más grande de nuestros amigos que viven en favelas, villas miseria, poblaciones, asentamientos humanos, llámenlo como quieran, es el rechazo. Y que haya alguien que venga a vivir, a compartir el tiempo, a dejarse invitar a comer. Porque uno viene a brindar. Pero, al final lo que más quieren es que alguien venga a compartir una Coca Cola, un tintico en Colombia, un mate en Argentina, lo que sea, ¿no? Y darle la alegría de poder hacer un gesto digno.

Digo esto porque una vez estuve en Valparaíso, hace varios años. Hubo un incendio enorme porque es súper seco y hubo como más de cinco o seis mil viviendas quemadas. Después fuimos con algunos a ir, ¿qué vamos a decir esta gente? Porque ya habían puesto algunas carpas, porque eran ilegales, eran invasiones, así que si no volvían al terreno iban a perder todo el derecho. Y llegamos, así al encuentro de la gente, sin ninguna ayuda ni material ni nada. Y alguien dijo: ‘¿qué vienen a hacer?’. Soy sacerdote, soy el padre Lorenzo. Aquí venimos a compartir un momento. Si quieren podemos rezar. ‘Siéntate y tomamos un té’. Hicimos el fuego de leña, un vasito de plástico, un saquito de te medio usado. Y tomamos el té, realmente lo más básico. Y después de una hora me fui y él me agradeció: ‘Oye, Lorenzo, sabes, te agradezco porque hace 15 días que estuve en los gimnasios, me dieron de comer, me dieron cobertura, me dieron colchones. Ahora estoy en mi carpa, pero es el primer gesto humano que me diste la posibilidad de hacer contigo’.

Y pienso que la misión, tal como la concibo, fue primero esto: vivir de un encuentro, recibir y dar porque hay una sed de Dios. Pero fue esto un poco, mucho al encuentro, mucho visitar. Y obviamente en una cultura latinoamericana, como sacerdote, ellos siempre empezaban o terminaban con la oración, cada vez que había un problema: ‘Lorenzo, ven’, o venían a la parroquia. Pero para mí fue más ir al encuentro. Tanto para recibir como para dar, pero más que todo recibir en primer lugar y manifestar a través de este recibir: si tú tienes una dignidad infinita, tú que te sientes rechazado porque vives en este barrio… he hecho 15 mil kilómetros para verte a ti, porque tu vida tiene un precio infinito a los ojos de Dios. Pero no decirlo tanto de palabra como compartiendo lo cotidiano con la gente. Se vivieron cosas muy, muy lindas porque bueno, de nuevo aprendí mucho y recibí mucho de todas estas personas”.

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