(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 14.11.2025).- La iglesia más visitada del mundo, un lugar al que millones se acercan con reverencia y admiración, se vio sacudida una vez más por un acto de profanación casi inimaginable. La noche del 10 de octubre, un hombre subió al Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro —corazón del culto católico mundial— y orinó sobre él ante la mirada incrédula de cientos de visitantes.
Los agentes de seguridad intervinieron rápidamente, deteniendo al hombre y escoltándolo fuera de la basílica. Según fuentes vaticanas, el agresor parecía padecer un grave trastorno mental. Sin embargo, la conmoción resonó mucho más allá de San Pedro. El altar profanado se encuentra justo encima de la tumba del apóstol Pedro, el pescador de Galilea a quien Cristo llamó la roca sobre la que se edificaría su Iglesia.
En respuesta, el arcipreste de la basílica, el cardenal Mauro Gambetti, dirigió un solemne rito de reparación el 13 de octubre. El ritual, que comenzó con una procesión penitencial por la basílica, incluyó oraciones de perdón, la aspersión de agua bendita y la incensación del altar profanado. En silencio y con incienso, la Iglesia buscó restaurar lo que había sido dañado.
Por la mañana del lunes 13 de octubre el cardenal Mauro Gambetti realizó el rito penitencial para pedir perdón a Dios por la profanación sacrílega del altar principal de la basílica vaticana. El…
— P. Jorge Enrique Mújica, LC (@web_pastor)
Según el derecho canónico, cuando un espacio sagrado es gravemente violado, el culto público debe cesar hasta que se realice un ritual de purificación. En este caso, el rito adquirió una resonancia particular. «Pedimos a Dios que sane lo que ha sido profanado», oró Gambetti, y sus palabras resonaron por toda la basílica mientras tanto turistas como clérigos permanecían en silencio.
Esta no es la primera vez en los últimos años que la Basílica de San Pedro se ve afectada por actos de profanación. En febrero de 2025, otro hombre trepó al mismo altar y arrojó violentamente seis candelabros ornamentados al suelo. Dos años antes, en junio de 2023, un activista polaco se desnudó sobre el altar, mostrando las palabras «Salven a los niños de Ucrania» garabateadas en su espalda en protesta por la guerra.
En cada ocasión, el Vaticano ha respondido con ritos penitenciales, gestos tanto de fe como de determinación institucional. Sin embargo, la recurrencia de tales actos, cada uno más audaz que el anterior, ha suscitado una reflexión más profunda sobre la tensión entre la apertura de los espacios sagrados y la vulnerabilidad que dicha apertura conlleva.
La Basílica de San Pedro, a diferencia de muchos monumentos históricos, sigue siendo un santuario vivo. Sus puertas permanecen abiertas a creyentes, peregrinos y visitantes curiosos por igual. Esa apertura, que encarna la invitación universal de la Iglesia, también la expone a momentos de caos, desafío o desesperación que se desarrollan bajo la vasta cúpula que Miguel Ángel diseñó como una visión del cielo.
Para el papa León XIV, quien, según se informa, se sintió profundamente consternado por el incidente, la profanación no fue solo una violación de la seguridad, sino una herida espiritual. Fuentes del Vaticano afirman que él personalmente solicitó que el rito de reparación se realizara con prontitud, enfatizando que tales gestos reafirman no solo la fe en lo sagrado, sino también la fe en el perdón.
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