(ZENIT Noticias / Washington, 03.11.2025).- Cuando JD Vance subió al escenario ante una multitud de diez mil estudiantes universitarios, no vino a hablar de política. Vino a hablar de fe, matrimonio y el delicado equilibrio entre convicción y amor. Lo que siguió fue un momento de cruda honestidad que, desde entonces, ha suscitado tanto admiración como críticas en todo el espectro cultural estadounidense.
El vicepresidente, converso al catolicismo desde 2019, habló abiertamente sobre la crianza de sus hijos en la fe católica y sobre su esperanza de que su esposa, Usha, criada en una familia hindú, algún día compartiera su fe en el Evangelio. «Casi todos los domingos, Usha viene a la iglesia conmigo», dijo Vance a los estudiantes que lo aclamaban. «¿Espero que algún día se sienta conmovida por la Iglesia como me sentí yo? Sí, sinceramente. Porque creo en el Evangelio cristiano. Pero si no es así, Dios nos da libre albedrío, y eso no me preocupa».
En una época en la que las figuras públicas suelen ser cautelosas con la religión, la franqueza de Vance destacó. Era el tipo de declaración que solo podía provenir de alguien que había lidiado personalmente con la fe y la duda. Antes de casarse, tanto JD como Usha se describían como agnósticos. Su conversión, que se produjo años después, no fue un cálculo político, sino, como él mismo cuenta, la culminación de un camino personal, un camino que Usha apoyó incluso sin compartir su fe.
Sin embargo, sus comentarios desataron críticas en internet. Algunos acusaron al vicepresidente de «socavar públicamente» la religión de su esposa para obtener rédito político. La respuesta de Vance fue rápida y firme. «Mi fe cristiana me dice que el Evangelio es verdadero y bueno para la humanidad», escribió en X (antes Twitter). «Mi esposa es la mayor bendición de mi vida. Me animó a volver a la fe hace años. Ella no es cristiana ni planea convertirse, pero la amaré, la apoyaré y hablaré con ella sobre la fe y la vida porque es mi esposa».
Vance’s 8-year-old did his first Communion «about a year ago,» and his two oldest kids go to a Christian school
«Most Sundays, Usha comes…
— Eric Daugherty (@EricLDaugh)
Para Vance, la fe no es un arma, sino un lenguaje de amor. Él insiste en que desear que su esposa comparta sus creencias no es intolerancia, sino amor. «Si no quisiera que mi esposa creyera en Cristo», dijo, haciéndose eco de las palabras de un comentarista en línea que lo defendió, «sería un mentiroso. Deseo la eternidad con ella».
Según Usha, la historia es más práctica que ideológica. El verano pasado, en el podcast de Meghan McCain, describió las largas y sinceras conversaciones que siguieron a la conversión de su esposo. «Cuando JD se hizo católico, hablamos mucho sobre lo que eso significaba, especialmente para la crianza de nuestros hijos», dijo. «No soy católica ni planeo convertirme. Pero decidimos enviar a nuestros hijos a una escuela católica y dejar que tomen sus propias decisiones sobre el bautismo y los sacramentos».
Su enfoque, marcado por el respeto mutuo y la libertad, contrasta sutilmente con siglos de doctrina de la Iglesia que alguna vez desaconsejó los «matrimonios mixtos». La Iglesia Católica ha considerado durante mucho tiempo la unidad de fe entre los cónyuges como ideal, no solo para la armonía espiritual, sino también para la formación religiosa de los hijos. Sin embargo, con el tiempo, la práctica pastoral ha evolucionado. La Iglesia ahora reconoce la riqueza espiritual que puede surgir de la diferencia, si se aborda con reverencia, paciencia y un diálogo sincero.
Vance parece encarnar esa evolución. En su discurso, reflexionó no como un político defendiendo una postura, sino como un esposo que aprende humildad ante el misterio divino. «Hablamos de estas cosas», dijo. «Confiamos en que Dios tiene un plan y tratamos de seguirlo lo mejor que podemos».
Tras los titulares y los debates en línea, se esconde una historia con la que muchas familias estadounidenses se identificarán: una pareja que busca la armonía entre la fe, la cultura y el amor en un mundo pluralista. El matrimonio de los Vance refleja la realidad de innumerables familias interreligiosas que encuentran sentido no en borrar las diferencias, sino en afrontarlas con honestidad.
Aun así, el testimonio de Vance tiene un marcado matiz católico: la convicción de que la verdad no se impone, sino que se propone; que la gracia obra mediante la paciencia; y que todo acto de amor dentro del matrimonio es en sí mismo una forma de evangelización. Independientemente de si Usha llega a adoptar la fe de su esposo, su unión ya encarna una de sus verdades más desafiantes: que el amor y la convicción no son enemigos, sino compañeros en la misma peregrinación.
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