(ZENIT Noticias / Roma, 06.11.2025).- Una nueva estación de metro se ha dedicado a Santa Virgen María en el sexto distrito de Teherán, cerca de la catedral de San Sarkis (Sergio), reflejo de la diversidad religiosa en Irán a pesar del régimen islámico y su mayoría musulmana.
Los cristianos no llegan al 1% de la población de Irán, un país que tiene 92 millones. Los cristianos están reconocidos oficialmente por la Constitución y se les permite la práctica de su fe, aunque se les prohíbe el proselitismo. Son comunidades cristianas de armenios y asirios principalmente, que han vivido en la región desde hace miles de años y mantienen iglesias, escuelas e instituciones culturales.
Las comunidades armenia y asiria valoraron el reconocimiento de su fe con este signo oficial en la estación del metro, cerca de la catedral, construida entre 1964 y 1970 por la Hermandad de San Sergio, que es el corazón del cristianismo armenio de Teherán. Se restauró en 2006.
La tradición musulmana chiíta venera a María (Maryam) como santa y madre del profeta Isa (Jesús), facilitando la presencia de su nombre en un espacio público sin controversia. Es notorio que el gobierno radical chií muestre respeto por los seguidores de otras religiones abrahámicas.
Los medios iraníes señalaron la inauguración de la estación con un nombre de alto significado cristiano como gesto de respeto por la diversidad religiosa y cultural del país. Más allá de los símbolos, los cristianos iraníes viven con miedo por la vigilancia y la persecución ocasional en Irán.
El cristianismo iraní nació en el contexto del zoroastrismo persa y creció a partir del siglo II. Según la tradición, la Iglesia de Persia fue fundada por el apóstol Tomás.
Las guerras con Roma, los partos y de Bizancio con los sasánidas desplazaron poblaciones cristianas al interior de Persia, donde fundaron comunidades. Fueron perseguidos, aunque afirmaron su independencia de Roma y se vincularon al nestorianismo y al monofisismo. Las diferencias teológicas marcaban lealtad al poder persa frente al Imperio cristiano de los romanos.
El cristianismo iraní no persa, armenio y asirio sobre todo, posee fuerte identidad lingüística y cultural. Reúne 200.000 fieles concentrados en las grandes ciudades de Teherán e Isfahán. Los armenios forman la comunidad cristiana más grande de Irán, llegados en el siglo XVII con Shah Abbas I, contribuyendo a la prosperidad económica y cultural del reino persa. Los artesanos y comerciantes armenios de Isfahán crearon la primera imprenta persa en 1641 y fomentaron la apertura de Persia hacia Occidente.
Bajo la monarquía de Reza Pahlavi (1941-1979), los armenios experimentaron más libertad. La revolución islámica de 1979 alteró el equilibrio y 50.000 armenios emigraron. Hoy existen entre 150.000 y 200.000, aunque la comunidad envejece y se empobrece.
La segunda comunidad cristiana más grande es la asirio-caldea, vinculada a la Iglesia Apostólica Oriental, estimada entre 15.000 y 20.000 miembros. Se han sumado recientemente grupos restringidos de católicos, anglicanos y protestantes.
La Constitución iraní de 1979 reconoce oficialmente a los cristianos como «gente del Libro» y admite su libertad de culto con los límites de la ley. Se les conceden escaños en el Parlamento: dos para los armenios y uno para los asirio-caldeos. Este reconocimiento es algo teórico: como cristianos, quedan excluidos de la mayoría de puestos administrativos, militares y universitarios.
El uso del hiyab por parte de las mujeres, la prohibición del alcohol y la vigilancia de las actividades religiosas se aplican a todos, independientemente de su fe. Desde la revolución, las escuelas cristianas han perdido autonomía: los programas deben ser aprobados por el gobierno, el persa se impone como idioma de instrucción y la presencia de estudiantes musulmanes es obligatoria.
Este contexto es frágil y la condición de cristianos convertidos del Islam es profundamente alarmante. Según un informe publicado el 20 de enero de 2025 por Open Doors, Christian Solidarity Worldwide y Middle East Concern, se tiene noticia de 96 cristianos condenados en 2024, cuatro veces más que en 2023. Son condenas agravadas por medidas como el exilio forzado, grandes multas o severas restricciones a los derechos civiles fundamentales.
A pesar de la represión, las iglesias de Teherán e Isfahán están llenas durante las fiestas litúrgicas. El fervor silencioso de los fieles les reúne discretamente, atestiguando una Iglesia viva, herida, no derrotada. Al igual que la estación de la Santísima Virgen María, el cristianismo iraní vive en la tierra persa, discreto y perseguido, indestructible. Su propia supervivencia, en un entorno hostil, es un milagro de fidelidad.
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