Lo que la encuesta teológica de 2025 revela sobre la fe estadounidense

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(ZENIT Noticias / Washington, 19.11.2025).- Cada dos años, los investigadores toman el pulso teológico de Estados Unidos. El resultado nunca es una simple instantánea, sino un mosaico de convicciones, dudas, tradiciones heredadas y reinterpretaciones. El Estudio sobre el Estado de la Teología Estadounidense de 2025 —el sexto de su tipo desde 2014— dibuja el retrato de un país donde el instinto espiritual sigue siendo fuerte, pero la coherencia es difícil de alcanzar.

Encargada por Ligonier Ministries y realizada por Lifeway Research, la encuesta consultó a 3001 adultos en todo el país. Lo que emerge no es tanto un panorama doctrinal fijo como una constante negociación entre la enseñanza cristiana centenaria y los cambiantes vientos culturales del siglo XXI.

Los hallazgos de este año muestran a los estadounidenses notablemente unidos en algunos puntos, profundamente divididos en otros y, a menudo, con creencias que chocan abiertamente entre sí.

El Dios en el que creen los estadounidenses

En todo el espectro teológico, una convicción se mantiene casi universal: los estadounidenses desean un Dios que ame sin distinción. Más de ocho de cada diez encuestados afirmaron que el amor divino se extiende por igual a todos. Incluso entre quienes dudan o rechazan las doctrinas tradicionales, la idea de una deidad imparcial y benevolente parece servir como un ancla moral compartida.

Más allá de este consenso, el panorama se torna más complejo. La mayoría de los estadounidenses continúa profesando la creencia en un Dios trinitario, una visión que se ha mantenido firme durante más de una década. Sin embargo, muchos de estos mismos encuestados expresan simultáneamente creencias incompatibles con la enseñanza cristiana histórica. La mitad niega la divinidad de Cristo; más de la mitad reduce al Espíritu Santo a una fuerza impersonal. Una minoría significativa incluso cree que el Espíritu puede autorizar acciones prohibidas en las Escrituras.

El resultado es un mosaico teológico: los estadounidenses afirman el lenguaje de la tradición cristiana mientras que, discretamente, reinterpretan su significado.

Naturaleza humana: Optimismo a contracorriente

Si el cristianismo clásico enfatiza la vulnerabilidad del corazón humano, los estadounidenses parecen decididos a insistir en la bondad humana. Dos de cada tres encuestados describen a las personas como “buenas por naturaleza”, y casi tres cuartas partes afirman que todos nacen inocentes ante Dios. Estas convicciones —estables en todas las ediciones anteriores del estudio— revelan una confianza en la capacidad moral humana que desafía gran parte de la teología histórica.

Sin embargo, en un interesante contrapunto, más de la mitad del país sostiene que la justicia ante Dios no depende de las buenas obras, sino de la fe en Jesucristo. Y si bien pocos estadounidenses declaran que el pecado merece el castigo eterno, el hecho de que casi una cuarta parte afirme esta contundente enseñanza sigue siendo sorprendente en una era de relativismo moral.

La Biblia: Venerada, cuestionada, reinterpretada

Ninguna sección del estudio ilustra la ambivalencia estadounidense con mayor claridad que las actitudes hacia las Escrituras. La mitad de la población defiende la total veracidad de la Biblia, mientras que una cantidad casi igual la considera una colección de mitos antiguos que contienen historias morales útiles. Un segmento creciente —aunque ligeramente menor que en 2022— afirma que la ciencia moderna ha refutado las afirmaciones bíblicas.

A pesar de este escepticismo, la confianza en la salvación solo por medio de Cristo se mantiene firme. Casi seis de cada diez estadounidenses afirman esta doctrina, y más de una cuarta parte acepta la idea de que Dios eligió a los salvos antes de la creación, una enseñanza que muchos feligreses tienen dificultades para explicar.

Cielo, Infierno y el Juicio Final

La escatología —la teología de las últimas cosas— sigue siendo una de las áreas de creencia más estables. La mayoría de los estadounidenses esperan un juicio final, y la mayoría aún cree en un infierno eterno. Estas cifras han fluctuado solo ligeramente durante la última década, lo que sugiere una intuición cultural persistente de que la vida culmina, en última instancia, en la rendición de cuentas.

Iglesia y Comunidad: El auge de la espiritualidad solitaria

Quizás ninguna tendencia capture mejor la experiencia estadounidense moderna que el auge de la devoción solitaria. Casi dos tercios de los encuestados creen que el culto en casa puede reemplazar significativamente la asistencia a una congregación local. El aumento de este sentimiento durante la pandemia se ha atenuado ligeramente, pero se mantiene muy por encima de los niveles previos a 2020.

Solo uno de cada tres estadounidenses cree que los cristianos están obligados a unirse a una iglesia local, una cifra que habría desconcertado a la mayoría de los creyentes a lo largo de la historia. Además, la mayoría afirma que las convicciones religiosas no deberían influir en las decisiones políticas, lo que refleja una creciente separación entre la fe personal y la vida pública.

Autoridad, moralidad y la encrucijada cultural

En cuestiones de moralidad y autoridad, los estadounidenses siguen profundamente divididos. Dos tercios afirman una definición tradicional del matrimonio, pero casi cuatro de cada diez dicen que el género es una cuestión de elección personal y no un hecho biológico. La mitad cree que el aborto es pecaminoso, y una proporción similar declara que la Biblia tiene autoridad en la toma de decisiones morales; sin embargo, más del 40% sostiene que las prohibiciones bíblicas sobre las relaciones homosexuales ya no son válidas.

Quizás lo más revelador sea esto: casi un tercio cree que a Dios no le interesan sus decisiones cotidianas, una visión que entra en conflicto con todas las grandes tradiciones religiosas, pero que refleja una creciente tendencia cultural hacia el distanciamiento espiritual.

Un país de instinto espiritual, no de teología sistemática

El estudio de 2025 no revela un colapso de la fe, ni una deriva uniforme hacia el secularismo, sino más bien una compleja reinterpretación de la fe. Los estadounidenses siguen siendo profundamente religiosos por instinto, pero eclécticos en su doctrina. Quieren un Dios amoroso, pero no necesariamente exigente; un orden moral, pero no uno que interfiera demasiado; Una identidad espiritual sin límites rígidos.

Lo que se desprende de los datos no es tanto un abandono del cristianismo como su continua reinterpretación: una búsqueda de trascendencia llevada a cabo con el vocabulario de la tradición, pero profundamente moldeada por las prioridades del individualismo moderno.

Que esta mezcla genere claridad o confusión depende en gran medida del punto de vista. Pero una cosa es segura: en Estados Unidos, la teología ya no se hereda, sino que se construye.

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